Diego Bermúdez: ‘Con cada gol alucinaba más’

Una lesión impidió que el único futbolista gallego del Alcorcón se midiera al Madrid, pero no que viviera junto a sus compañeros el derbi del siglo en el Santo Domingo
[Publicado en La Voz de Galicia] El Alcorcón es uno de los equipos en los que más ha gusto he estado en toda mi carrera. Somos un club humilde, pero hay muy buen rollo en el vestuario, un cachondeo enorme. Nos llevamos todos genial. La vida del futbolista modesto no es como la de los de Primera. Aquí los que más cobran ganarán unos 40.000 euros al año y todos nos tenemos que preparar para cuando se nos acabe el fútbol porque esto no da para retirarnos.


El día del sorteo, cuando nos tocó el Madrid, nos pareció una gran noticia. Un premio. Quien más, quien menos pensaba que sería impresionante ganarles en el partido de ida. ¿Y por qué no? El Santo Domingo es un campo pequeño y ellos no están acostumbrados a eso y además siempre que el rival es de categoría inferior te relajas. A nosotros también nos pasa cuando jugamos amistosos contra equipos de preferente.
El míster intentó sacarnos el partido de la cabeza para que nos centráramos en la Liga, así que el partido del martes solo lo preparamos el lunes y el mismo martes por la mañana. Fue sobre todo una labor de motivación. Siempre nos dan información sobre los jugadores rivales, si van bien de cabeza, hacia qué lado suelen salir, cosas así para que conozcas detalles del que te va a tocar enfrente, pero esta vez no hacía falta.
Llegamos al estadio hora y media antes del partido y el atasco en los accesos ya indicaba que iba a ser especial. En la charla de antes del partido, el entrenador, que es bastante gracioso, intentó que nos relajáramos hablando del rival: « Cuidao con el moreno ese, que cada vez que corre levanta hierba como el caballo de Atila», o «que el otro moreno no os acojone si empieza con los golpes». Después nos dijo que estábamos ante una ocasión única, que teníamos que disfrutarlo y salir a por todas.
Comienzo espectacular
El equipo salió al campo y yo subí a la grada para ver el encuentro con mi novia y unos compañeros de piso. El comienzo fue espectacular, ellos no salían de su campo. Al cuarto de hora marcamos el primer gol y la gente se volvió loca, fue el éxtasis total. Y luego llegó el segundo y el tercero. Con cada gol alucinaba más. Todo el mundo cantaba «yo soy de Alcorcón, de Alcorcón, de Alcorcón». Había muchos que vienen a vernos todos los domingos que estaban especialmente motivados, pero también otros que no habían estado antes en el campo.
Buscábamos las contras y los balones largos por la izquierda. No había una instrucción, pero fue algo espontáneo. Drenthe subía mucho y dejaba muchos huecos.
En el descanso, muchos de ellos tenían un cabreo monumental. Quizá el más picado fuera Guti, que tuvo una discusión con Íñigo, uno de nuestros defensas. Aunque luego le dijo: «Tranquilo, que contigo esto no va». Yo creo que para ellos es una patada que el míster te saque a jugar un partido así.
En nuestro vestuario, la rutina siempre es la misma, da igual contra quien juguemos. Los primeros siete minutos son de silencio total. El técnico no nos permite hablar porque quiere que nos relajemos. Luego vinieron las instrucciones: «Apretarnos atrás y salir a la contra». Yo pensaba: «Espero que estos no se enfaden y nos metan una goleada», pero qué va, el Madrid era un querer y no poder. Un gol les habría dado mucha vida y yo rezaba para que no llegara, pero entonces hicimos el cuarto. Estaba muerto de envidia. Es la hostia golear al Madrid.
Al acabar bajé al vestuario y allí todos estaban abrazados, supercontentos. Cantamos también lo de «yo soy de Alcorcón». Hasta vino gente del club para darnos las gracias por haberles dado la oportunidad de vivir algo así.

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