La Atlántida. Primera Entrega

Cerca de la ciudad de Tánger hay una colina aislada que domina la bahía con sus seiscientos metros de altura y que lleva el nombre de Charf.
Charf significa en árabe, colina. Cada colina de la región tiene un nombre, ya “Charf el-Akab” o “Charf el-Mediuna”. Aquélla, sin embargo, no posee más cualidad que ella misma. Es simplemente, la Colina, que nadie puede confundir con ninguna otra.


Al este del Charf, muy próxima, una pequeña prominencia lleva el nombre de Tanya-Bayla, “Tánger la Vieja”, cuyas pendientes están atormentadas, como si antiguos muros se hallaran enterrados debajo de las hiedras.
Cuentan las leyendas que antaño, en la cima del Charf, estaba la tumba de Anteo el gigante, enterrado en el mismo lugar en el que Hércules lo estranguló entre sus brazos; Y dicen también las leyendas que Anteo fundó una ciudad que llevaba el nombre de su mujer, Tingis, hija de Atlas, donde se levantaría Tánger la Vieja, Tanya-Balya.
Al oeste de Tánger, a algunos kilómetros sobre la costa atlántica, un promontorio rocoso, formado por duro pedernal y agujereado como un pedazo de gruyére, lleva el nombre de “Grutas de Hércules”. Y dice también la leyenda que, cuando vino Hércules, en los tiempos mitológicos, desde su lejana Argólida, a medir sus fuerzas con el gigante Anteo, hizo de aquella su morada antes y después del combate.
Este combate legendario era relatado así:
“Habiéndose enfrentado, los dos adversarios, el campeón de los griegos y el gigante, el griego fue el más fuerte y derribó al gigante; Pero cuando Anteo tocó el suelo, como era hijo de la Tierra, recobró nuevas fuerzas al contacto con ésta y reanudó el combate. Tres veces fue derribado Anteo, y otras tantas la tierra volvió a darle nuevos arrestos, que le permitieron seguir la pelea…
Entonces, Hércules lo separó de la tierra y, levantándolo en vilo, lo estranguló entre sus brazos.”
Según los relatos mitológicos, este combate se habría originado porque Anteo le cerraba a Hércules el paso al “Jardín de las Hespérides”, adonde se le encargó que fuera a robar las manzanas de oro.
Las Hespérides, como Tingis, eran hijas de Atlas y poseían en el extremo Occidente, un jardín donde los árboles daban manzanas de oro.
Ahora bien, la tradición sitúa este jardín a unas quince leguas al sur de Tánger, cerca de la antigua Lixus, en el lugar ocupado actualmente por la pequeña ciudad de Larache, que por otra parte, llama a su parque municipal, “Jardín de las Hespérides”.
Hércules robó las manzanas de oro, y al volver de realizar aquella proeza, la numero 11 de sus trabajos y la última que realizó en la tierra, separó el promontorio de Calpe del de Abila, aislando al mismo tiempo Europa de África y dando origen al estrecho de Gibraltar.
Esto en cuanto a la leyenda, la cual se ajusta asombrosamente a los nombres y la topografía, aun cuando proviene de Grecia y trata de un tiempo en que los griegos jamás habían puesto los pies en este lugar de Occidente…
Por lo que respecta al combate, los latinos lo consideraban como un hecho histórico, y Plinio señala hasta el lugar, así como el de la tumba de Anteo, en Lixus, frente al mítico Jardín de las Hespérides. Precisaba que la tumba de Anteo medía sesenta codos de longitud, lo que equivaldría aproximadamente a diecisiete metros.
Por su parte, los romanos creían tan firmemente en ello que al ocupar Tingitania, hubo un general que mando escarbar la cima del Charf por sus legiones, en busca de la tumba de Anteo, y se dice que descubrieron gran número de huesos.
Es evidente que Plinio, lo mismo que el citado general, no consideraban la leyenda del combate de Hércules y Anteo como un simple cuento, sino como el relato, más o menos adornado, de una realidad histórica.
En el siglo IV a. C. vivía en Grecia un mitógrafo llamado Evémero. Consideraba que toda la mitología era una transposición de acontecimientos históricos, y que los nombres de los dioses representaban pueblos, y sus disputas las distintas querellas y fusiones.
Vamos a fijarnos en los personajes de esta leyenda.
Anteo es un gigante, hijo de Poseidón, dios del mar. Es marino, lo que no puede asombrar a lo largo de las costas atlánticas. Es también hijo de la Tierra, nacido de ésta. Se encuentra en su casa en aquella Tingitania.
Es su reino, y Píndaro, en su “Cuarta Ístmica” nos dice que Anteo prohibía la entrada a los extranjeros en su reino so pena de ser condenados a muerte y decapitados. Su cabeza iba entonces a adornar el templo de Poseidón. Y sin duda esta era la suerte de Hércules cuando pretendió cruzar lo que a la sazón era el istmo de Tingis, entre Europa y África.
Su esposa era una hija de Atlas, o sea, Tingis, que significa también “La Blanca” y había fundado una ciudad con su nombre. Actualmente es Tánger, Tánger la Blanca.
Herodoto, en el sigloV a. C. denominaba talantes a las gentes que vivían en las proximidades del Atlas. Anteo y su mujer eran pues, talantes. Desde luego esto no es suficiente para afirmar que Marruecos se halla emplazado en el lugar de la legendaria Atlántida.
Sin embargo, basta para despertar la curiosidad…
La legendaria historia nos ha legado los nombres de otras tres hijas de Atlas, tres tribus que vivían en el extremo occidente: una negra, Aretusa, una rojiza, Hesperia, y otra blanca, Eglé. Son las Hespérides, las de poniente, en las que se haya ese famoso jardín en que crecen árboles cuyos frutos son manzanas de oro. Los frutos que codiciaba Hércules.
Hércules, deformación latina del nombre Heracles, era un héroe. No pertenece a la mitología de los dioses, aunque, según la leyenda, fue engendrado por Zeus, dios de los dioses, que disfrazado de general Anfitrión, abusó de la mujer de éste durante una larga noche, victoriosa para el general, como corresponde.
Hércules, no era un griego, porque Grecia no había nacido aún. No era rey ni estaba investido de autoridad, antes, por el contrario, se hallaba al servicio de un monarca para el cual realizaría los doce trabajos. Tareas de funcionario que comprendían desde velar por las buenas costumbres, a las obras públicas, pasando por la destrucción de animales dañinos o la guerra.
Una vez hubo transcurrido su maravillosa infancia, llevó a cabo su impresionante serie de trabajos. Mató al león de Nemea, del cual nadie llegaba a librarse. Salvó a Lerna, en Argolida, de una hidra de nueve cabezas. Capturó una cierva de patas de bronce y el jabalí de Erimanto. Desvió el curso de dos ríos en Aúlide para limpiar las caballerías del rey Augías. En Arcadia tomó sobre sí la carga de echar de las marismas de Estinfalia unas aves rapaces que causaban verdaderos estragos. Libró a Creta de un toro furioso.
Era cazador, pero también guerrero: triunfó de las Amazonas, mató a Gerión en una isla atlántica y en fin, venció a Anteo antes de robar las manzanas de oro de las Hespérides.
Su último trabajo consistió en bajar a los infiernos, lo cual parece tener un significado simbólico. Asimismo, libertó a Prometeo encadenado en la cumbre del Caúcaso, por haber dado a los hombres el fuego del cielo.
En verdad son muchos los trabajos para un hombre solo, aunque sea un héroe. Ahora bien, se descubrió que la palabra Heracles no designaba solo a un hombre, sino que además en la Creta arcaica, era el titulo de un funcionario… Entonces el mito se hace verosímil, si pensamos en muchos Heracles…
Nuestro Hércules quiere robar las manzanas de oro. Para llegar a ellas hay dos caminos: por el litoral de África o por España.
La leyenda que lo hace pasar por España ha conservado incluso el rastro de su itinerario.
Por el sur de Italia, habría seguido lo que más tarde fue una gran ruta de penetración romana en Galia: por Mónaco (Porto Herculis), Cavalaire (Heraclea Cacabbaria. Luego llegó a la península Ibérica por el collado de Le Perthus, para alcanzar posteriormente Andalucía.
De Iberia a África, el paso era aún, legendariamente, un paso terrestre, ya que el estrecho no se abriría sino después del robo de las manzanas.
Ahora bien, el paso por el istmo estaba custodiado por Anteo, un guardián muy riguroso, si hemos de creer a Píndaro. , pero fue vencido. Y esto nos lleva a aquel combate de colosos al que tan gustosamente se le da el carácter de cuento infantil.
¿Pero de verdad queda la historia tan desfigurada por la leyenda? ¿O será tal vez que quedamos presos de las palabras e imágenes tan pronto como los hechos se alejan hacia un pasado remoto?
Al hablar de “estrangular”, ¿no nos estaremos refiriendo a una batalla entre dos ejércitos o dos bandos?
Es evidente que Hércules no llegó solo del confín del Mediterráneo Oriental, y no lo es menos que Anteo, cerca de su ciudad, en su territorio, no estaba tampoco solo… Es poco probable que lucharan solos.
Entonces, la cosa resulta sencilla: Anteo, tres veces vencido y otras tantas rechazado hacia su tierra, sacaba de ella nuevas fuerzas, nuevos combatientes de su retaguardia. La leyenda no dice más.
Entonces, no le quedó a Hércules más solución que la de aislar a Anteo, cortarle todo contacto con la retaguardia, es decir, sitiarlo y ahogarlo.
Anteno cerró el paso del istmo, y fue en el istmo donde se desarrollaron los combates. A partir de indicios geológicos y botánicos puede deducirse con muchas posibilidades, que el istmo tuviera este aspecto:
Al Este, la cadena montañosa que constituye la cima, en forma de herradura, del sistema, aún no roto, Rif-Sierra Nevada, herradura tensa como un muelle por el levantamiento más reciente del Atlas… y que acabará por romperse en el punto de extrema tensión entre el Gibraltar de nuestros días y la actual Ceuta.
Al Oeste, hacia el Atlántico tierras más bajas que comprendían, por lo menos, desde Cádiz al cabo de Espartel. En ellas había un lago cuya orilla forma aún la bahía de Tánger actual.
Este lago estaba unido al océano Atlántico por una entalladura bastante estrecha que moría al pie de “Tánger la Vieja” y que es conocida por los geólogos con el nombre de “Falla de Tánger”.
Al sur de esta falla se encuentra África, y al norte, Europa. Y aquellos tiempos no se hallan tan lejanos como para que ciertas plantas europeas no hayan llegado a cruzarla de parte a parte. Hay especies europeas, principalmente portuguesas, cuyas plantas se detienen bruscamente al norte de la falla.
Esta falla constituye la actual planicie de Buhalf que luego se estrecha para convertirse en una boca angosta de puerto. Ahora bien, la falla y el lago de referencia llegaban hasta los primeros contrafuertes del macizo montañoso del Rif.
Por tanto, para ir de Europa a África, si no quería uno perderse en la montaña ni verse obligado a tomar una ruta acuática era preciso rodear el lago hacia el este y por los primeros contrafuertes del Rif, o si no hacia el Oeste, lo cual llevaba hasta el obstáculo de la falla de Tánger.
Esta era la mejor solución. De cualquier modo, había que pasar cerca de Tánger, y es fácil suponer que la leyenda haya fijado allí el lugar de los combates.
El ejército de Hércules debió seguir la franja rocosa que separa el lago del mar, es decir, desde Cádiz al cabo de Espartel, puesto que según la tradición acampó al sur de este cabo, en el esperón de las “grutas de Hércules”, junto al golfo que inicia la falla de Tánger.
Hércules se encontró del lado europeo de la falla, y sin duda entre el océano y la actual Tánger fue donde se trabaron los tres combates en que, batido Anteo, fue rechazado por tres veces hacia sus tierras, al otro lado de la falla, donde reorganizó sus fuerzas gracias a la aportación de nuevos combatientes, llegados del interior.
La falla esta sometida a las mareas, fenómeno que Hércules no conocería muy bien y que impedía el paso al que ignorase los parajes y las horas en que se podía transitar. Anteo pudo, pues, despegarse del enemigo sin que a Hércules le fuera posible perseguirlo hasta que no hubiera descubierto el modo de pasar; entonces, Hércules lo desconectaría de aquella reguardia y lo llevaría hacia Tingis y su oppidum, el Charf, lugares fácilmente defendibles, sobre todo el Charf, pero cuyo asedio era también fácil, así como “ahogar” a los ocupantes.
Hay algunas observaciones a hacer. La primera es que legendariamente, ni Anteo ni Hércules usaron armas metálicas: ni las espadas de bronce ni los escudos del mismo metal, de uso corriente en los cuentos griegos. Es una historia anterior a la Edad de Bronce, una historia de los tiempos neolíticos.
Además, y aparte de las guerras, todos los trabajos de Hércules son civilizadores, pero se trata siempre de caza y destrucción de animales dañinos o de bandidos, nunca de cultivo, ni de cría de ganado, ni de artesanado. Se trata, por tanto, de tiempos que preceden a la cría de ganado y al cultivo en el Próximo Oriente.
En cambio, Hércules emprende una expedición por el Atlántico contra Gerión, para procurarse ganado, y lo que pretende arrebatar a las Hesperides es un jardín, un huerto, una tierra cultivada.
En fin, todo esto ocurrió antes de la apertura del estrecho de Gibraltar… Y probablemente fue el cataclismo con el que se relaciona dicha apertura, el que permitió que se conservara este relato a través de los milenios. Ambas cosas debieron de conservarse al mismo tiempo en la memoria de los hombres.
Además, se trata aquí del ultimo trabajo humano de Hércules. Luego bajó a los infiernos y desapareció. Y serán los narradores griegos quienes lo harán revivir en el episodio de la túnica de Nexo y de la hoguera del monte Deta.
Pueden encontrarse algunos ecos de esta guerra fuera del relato legendario. En el relato que hace a Solón un sacerdote de Sais en Egipto, y que Platón transcribe en el “Timeo” y el “Critias”. Hablan de la guerra que desencadenaron los pregriegos contra los “talantes”.
Sin duda no tienen nada que ver aquí Hércules y Anteo, y sólo se trata de la narración de un egipcio según las antiguas crónicas de su templo. Ahora bien, he aquí como se describe en el “Timeo” de Platón aquella región de las Columnas de Hércules:
” Pues lo que hay a esta parte del estrecho del que hablamos, asemejase a un puerto natural con la entrada angosta, mientras que del otro lado hay un verdadero mar…”
El sacerdote de Sais habla del estrecho como si se tratara de un istmo. No hay puerto natural con la entrada angosta en el estrecho, pero si había uno en el istmo: Tingis y la falla de Tánger. El sacerdote habla según sus crónicas.
Sabe únicamente que aquello está más allá de las columnas de Hércules.
Y siempre según ese sacerdote, la guerra de referencia termina con la sumersión de los talantes y del ejercito protogriego en aquella región de las columnas de Hércules, como consecuencia de espantosos seísmos.
Y he aquí también que el hecho citado por el egipcio corresponde a la leyenda de Hércules separando Calpe de Abila y abriendo de ese modo el estrecho de Gibraltar. Los griegos adscriben al héroe lo que el egipcio atribuye a unos temblores de tierra…
Continuará…….
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