La Voz de Galicia. Como es su costumbre, el ministro Sebastián ha dado en el clavo: la subida del recibo de la luz equivale, per cápita, poco más o menos al precio de un café. El titular de Industria ha terminado, de un plumazo, con la vieja máxima del café para todos que, entendida en su sentido más amplio, significa que todos mereceríamos el mismo trato. Él y quienes como él tienen rentas en torno a los 4.000 euros mensuales apenas padecerán el incremento del gasto energético. Ni se preocupará de dosificar el confort del hogar cerrando durante más horas los radiadores ni tendrá que dejar de tomar el cafelito a media mañana, que, por otra parte, seguramente alguien le seguirá llevando al despacho.
Cuando el ministro afirma que la subida de la luz es «poco más que el precio de un café», lo que está haciendo es poner de manifiesto el perfil más insensible e insolidario de las medidas anticrisis del Gobierno de Zapatero. Para las familias que sobrellevan la vida con ingresos inferiores a mil euros -y deben de ser bastantes, a juzgar por las encuestas recientes en las que cerca del 60% de los ciudadanos dicen llegar a fin de mes con dificultades- el incremento también es equivalente al precio de un café. Pero del que ya dejó de tomar cuando hubo que empezar a apretarse el cinturón. Y es a esas familias, las que mayor proporción de su renta dedican a la alimentación y al pago de los servicios esenciales, a quienes más perjudicará el efecto dominó de la subida de la luz.
Y menos mal que el ministro Sebastián decía que el decreto del carbón no iba a tener un efecto pernicioso para la economía de los gallegos. Por partida doble. Primero, por el palo que supone para las comarcas de As Pontes y Cerceda la paralización de las centrales eléctricas. Y segundo, porque además nos van a hacer pagar en el recibo de la luz el castigo que nos imponen para poder financiar un decreto que ahonda en los desequilibrios.