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As Pontes

As Pontes rinde tributo a los grelos (La realidad: ESCASA AFLUENCIA)

Miles de personas acudieron ayer al centro de la villa minera para disfrutar de la tradicional Feira que ensalza a uno de los productos básicos en la gastronomía gallega
Apenás si se vendieron algo más de 100 raciones de cocido
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[La Voz de Galicia, por Antón Bruquetas] Ni siquiera el intenso frío, que el nordeste soplando intensamente desde primeras horas de las mañana ayudó a incrementar, desalentó a las miles de personas que acuideron ayer hasta la trigésima edición de la tradicional Feira do Grelo de As Pontes. Los visitantes se acercaron hasta la localidad desde todos los puntos de Ferrolterra, Eume y Ortegal; e incluso de A Mariña lucense. De esta forma, el entorno del Mercado Vello de la villa minera se convirtió a partir del mediodía en un hervidero de gente, que aprovechaba para comprar desde una buena mada de grelos (aunque la cosecha de este año no es de las mejores por culpa de las intensas heladas) hasta piezas de artesanía o unos freixós tamaño sábana hechos «con moito cariño», pero, sobre todo, rindieron tributo a uno de los producto básicos de la gastronomía gallega.


Desde que las Feira abrió sus puertas la mayor cantidad de visitantes se concentraron en torno a los puestos que vendían grelos. En estos rincones adornados de hojas verdes, los posibles compradores, entre los que se mezclaban tanto jóvenes como mayores, comenzaban un proceso meticuloso de acercamiento al vendedor que, casi siempre, finalizaba con un regateo en el precio de cada mada.
El regateo
Así ocurrió, por ejemplo, en el puesto de María Jesús, que traía los grelos de su finca de Guitiriz a un euro, pero «ben limpiños, sen que lles teña que quitar nada». «Mais ben parecen nabizas e non grelos», le comenta una clienta. «Pois -responde- como a maioría, porque o grelo está este ano que se rompe». «¿E a canto os vende?, replica la compradora. «A un euro», dice María Jesús. «Lévolle catro madas a dous», lanza la clienta. «Non, iso é regalarllos», concluye la vendedora. El precio medio de las madas oscilaban entre uno y tres euros. Con el paso de las horas los puestos se fueron limpiando y cada vez se veía más las tablas de madera donde se apilaban.
El concurso de las cestas
Donde no había ni un grelo fuera de sitio, ni una hoja en mal estado, fue en el concurso organizado por el Concello de As Pontes y que premiaba a las cestas mejor engalanadas. Los 300 euros del primer premio se lo llevó el pontés Antonio López que presentó una casa tradicional, con la fachada abierta, para que los visitantes pudiesen ver el interior, y que estaba rodeada de grelos, orejas y otros productos típicos del carnaval gallego. López consiguió, de este modo, revalidar el triunfo que alcanzó el año pasado. Por su parte, Fidel Vilaboy, vecino de As Somozas, consiguió los 200 euros del segundo premio. Y el tercero fue a parar a la pontesa María Souto.
Además, el gobierno local también dispuso de varios galardones para las cestas de grelos que tuviesen una mejor calidad. En este sentido, el jurado decidió premiar con 300 euros a los que presentó Raquel Carballeira, vecina de Piñeiro. Dina Carballeira, también de Piñeiro, recibió el segundo premio de 250 euros. Mientras que Dina Franco, de As Pontes, se hizo merecedora de los 200 euros del tercer puesto. Manuel Cendán, de Vilalba, y Rocío Pena, de Xermade, consiguieron un accésit de 60 euros cada uno.
En relación al certámen de cestas, el alcalde de As Pontes, Valentín González Formoso, destacó el nivel de participación que ha alcanzado esta última edición: «Este ano superou con amplitude as cifras rexistradas en 2009, xa que 104 participantes presentaron as súas propostas a este concurso, 14 máis que na súa edición anterior. É satisfactorio o poder de convocatoria que continua a manter este certame, malia que o tempo destas últimas semanas non acompañase á hora de lograr unha gran produción de grelos».
Para acabar, cocido
Cuando los premios ya estaban entregados y los puestos donde se vendían todo tipo de productos gastronómicos se fueron quedando sin gente, llegó la hora de comer. Entonces, vecinos y visitantes se fueron acercando al Patio del Colegio de Santa María, donde, por el precio de ocho euros, podían degustar una generosa ración de cocido, en la que no faltaba un vaso de caldo limpio bien caliente al que todo el mundo se agarraba para recuperar la sensibilidad en las manos. Además, la carpa allí instalada servía de parapeto para el viento y, de repente, la sensación térmica subía unos grados. Y las caras lo agradecieron.
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