Esta central emite más que 2,4 millones de coches
[El Pais] La vida en As Pontes gira en torno a la gigantesca central térmica, y pocos parecen lamentarlo.
Llueva o haga sol, el humo que sale de la chimenea, de 356 metros de altura, es siempre el mismo. En As Pontes de García Rodríguez no hay seña de identidad más fuerte que la imponente mole de la central. Por eso hay quien lo llama el Springfield gallego, porque como en el caso de la pequeña ciudad de Los Simpson, los orígenes y la vida entera de este pueblo de 12.000 habitantes están ligados a la térmica.
Llueva o haga sol, el humo que sale de la chimenea, de 356 metros de altura, es siempre el mismo. En As Pontes de García Rodríguez no hay seña de identidad más fuerte que la imponente mole de la central. Por eso hay quien lo llama el Springfield gallego, porque como en el caso de la pequeña ciudad de Los Simpson, los orígenes y la vida entera de este pueblo de 12.000 habitantes, en el noreste de A Coruña, están ligados a la térmica. Aunque ahora sólo trabajan en la planta de energía y en la mina adyacente unos 300 de los 3.000 obreros que empleaba hace una década, la central es As Pontes y As Pontes es la central. Una instalación que emitió en 2004 10,7 millones de toneladas de CO2 una cantidad equivalente a la que producen 2,4 millones de coches.
No hay concurso escolar o exposición en la que no salga a relucir. Maquetas sobre la reforestación de la escombrera de la mina, a cargo de la empresa propietaria, Endesa, decoran el Ayuntamiento. Y todo es gratitud hacia la empresa que financió el nuevo polígono industrial, que da trabajo a mil personas.
“Sin Endesa este pueblo se hundiría”, afirma el nacionalista Francisco Da Silva, primer teniente de alcalde de la corporación. Sin llegar a tanto, el alcalde, Vitolo Guerreiro, reconoce que la presencia de la eléctrica, que se instaló en 1972 , “ha sido muy positiva”. Tan positiva que Endesa ha convertido la zona de As Pontes, donde explota dos hidroeléctricas, un parque eólico, y construye una nueva central de ciclo combinado de 800 megavatios de potencia, en el primer lugar de generación de energía de España.
Pero, hay un gran pero. Con sus casi 1.500 megavatios de potencia instalada, capaz de cubrir el 5% de la demanda nacional, As Pontes es también el mayor foco de contaminación por CO2 de España. Y los tiempos no están para bromas en lo que a dióxido de carbono se refiere. La estrecha relación de este gas con el cambio climático es algo que hoy no se cuestiona. El calentamiento global es el nuevo fantasma que recorre el mundo, y el éxito del documental realizado por el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, no deja dudas al respecto. Pero una cosa es la teoría, y otra la práctica. España, que ratificó con entusiasmo el Protocolo de Kioto, se ve ahora incapaz de cumplirlo. Y As Pontes es sólo una de las razones de este fracaso.
Pero no se trata sólo de CO2. Ramón Varela, miembro del principal grupo ecologista local, Adega, ha calculado con datos de 2000, que las térmicas gallegas (sobre todo As Pontes, de Endesa y Meirama, de Unión Fenosa), “emiten el 30% de todo el dióxido de azufre del estado español”. Y el SO2, que se convierte en la atmósfera en ácido sulfúrico, se deposita después en forma de lluvia ácida. Por eso, As Pontes figura en las listas negras de los ecologistas desde hace años, junto a las grandes centrales de carbón europeas.
Jaime Alejandre, director general del Ministerio de Medio Ambiente es cauteloso con el tema, porque muchas industrias han hecho enormes esfuerzos de mejora tecnológica. Una de las contaminadoras históricas, la fabrica de celulosa de ENCE, en Pontevedra, denunciada una y mil veces por los vertidos a la ría y por el hedor que atraviesa la ciudad cuando sopla el viento, “tiene hoy la mejor tecnología disponible”. También As Pontes ha mejorado su comportamiento medioambiental. Los años en los que quemaba 12 millones de toneladas de lignito local, cargado de azufre, han quedado atrás. Hoy consume cinco millones de toneladas de lignito al año y tres de carbón subbituminoso importado de Wyoming y de Indonesia, mucho más ecológico.
“Lo traen en barco hasta la ría de Ferrol, y desde allí se transporta en camiones hasta la central. ¿Eso no contamina?”, se queja Humberto Fidalgo, médico de la zona y miembro de Adega, que ve con horror cómo las instalaciones de Endesa se expanden, “destruyendo el territorio”. Primero fue la mina a cielo abierto, prácticamente agotada, que ha dejado en el paisaje una herida espectacular. Y ahora los camiones cargados con carbón importado. Fidalgo es muy activo en la oposición a la nueva terminal portuaria para el gas, prevista en la ría de Ferrol. Para almacenar este combustible se han construido ya dos gigantescos depósitos, a un paso de las casas, en Mugardos.
Todo es poco para los ímpetus expansionistas de Endesa que, sin embargo, asegura estar en la senda de la contención. “A partir de 2008 reduciremos un 98% las emisiones de SO2, y hasta un 20% las de CO2”, asegura Jesús Abadía, director de Medio Ambiente de la eléctrica. Desde la sala de reuniones de As Pontes se contempla el gigantesco almacén de carbón.
Pero, ¿y mientras tanto? No se puede decir que Endesa tenga enfrente una gran oposición. La relación con las autoridades autonómicas es perfecta y las protestas esporádicas de los ecologistas no han encontrado eco en el pueblo. La leyenda local dice que el viento se lleva a Inglaterra los malos humos de As Pontes. Y los prejubilados de Endesa, que se reúnen esta mañana soleada de otoño ante el local de la asociación, culpan al tráfico de todo. “Lo que yo digo es que aquí somos todos muy hipócritas. No quieren las centrales de carbón porque contaminan, ni las nucleares, tampoco les gustan las hidroeléctricas… pero luego bien que queremos la nevera, y el televisor”, dice el más locuaz, y los demás le aplauden.
Además, As Pontes funciona dentro de la más escrupulosa legalidad. Cumple la normativa, y cuenta con el certificado de gestión medioambiental de AENOR ISO 14001. “La central está conectada con un centro que mide la calidad del aire, en A Coruña, y cuenta con 17 estaciones para medir la contaminación a nivel de terreno. Funcionamos de acuerdo con estos parámetros, que están disponibles en la sala de control. Si se dispara el dióxido de azufre, por ejemplo, se inyecta más carbón importado en la caldera”, explica Abadía.
La sala de control, repleta de pantallas está en un extremo de la planta, detrás de la zona de las turbinas, con su ruido ensordecedor. A la izquierda quedan las calderas, ennegrecidas por el hollín. La limpieza está reñida con el carbón. Pero el carbón, asegura Abadía, lejos de ser el pasado de la generación eléctrica, puede ser el futuro. “Toda empresa energética tiene que buscar un equilibrio entre la componente medioambiental, la competitividad de los precios de los combustibles, y la seguridad de abastecimiento. Carbón hay para 400 años y es más barato que el petróleo y que el gas”. Conclusión: tenemos centrales sucias para rato. Abadía lo niega. “Estamos seguros de que se llegará a eliminar el problema del CO2, igual que hay filtros para el azufre, o el nitrógeno. En Estados Unidos se está investigando a fondo”. Entre tanto habrá que seguir contaminando.