‘Amor polar’, por Rafael Novoa Blanco

Despois de que alismile publicase nesta páxina un relato de Rafael Novoa Blanco en Mi hermano, o propio Rafael ¡COMENTÓUNOLO CON OUTRO RELATO! premiado e publicado no periódico El País, e que evidentemente publicamos a continuación.
Moitas gracias Rafael.


Amor polar
Con su mano entre las mías, notaba cómo el frío mortal que emanaba de ella penetraba en mí y se abrazaba a mis huesos en una suerte de ósmosis terca e implacable, congelándome la piel y cristalizando mis lágrimas. Yo sabía que Natalia había muerto, pero no quería que la muerte supiera que yo lo sabía. Por eso no soltaba su mano. Estoicamente aguantaba el frío glacial que vaporizaba mi aliento. «Ha muerto, Juan», me dijo el médico mientras la enfermera me miraba con los ojos húmedos. Pero yo no soltaba su mano. No estaba dispuesto a que la maldita y arbitraria Muerte se fuera de rositas. Tendría que llevarme a mi también. «Dejémosle sólo con ella», dijo el médico. Y allí nos quedamos los tres: Natalia, yo, y esa a la que nadie espera aún estando siempre invitada. Empecé a notar que perdía la batalla: el frío que emanaba de ella engullía el calor de mi cuerpo, y comencé a temblar haciendo un ruido horrísono con los dientes hasta desmayarme.
Cuando volví del coma ya la habían enterrado.
Desde entonces tengo frío, y me gusta. Vivo en un perpetuo invierno. Cuando lloro su ausencia, las lágrimas ruedan por mis mejillas como cuentas de cristal, saltan por el suelo y se van bajo los muebles. Es como si parte de ella permaneciera en mi interior. Cada vez vivo más al norte. Trepo día a día por el mapa hacia la aurora boreal, con la sangre escarchada, la tez violácea y la música de mis dientes. Él, el frío, me guía, me enseña el camino hacia Natalia, mi amor polar.

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