El declive de LM Composites

Los 98 trabajadores de la empresa de capital danés encajaron ayer el cierre de las instalaciones que la firma tiene en As Pontes con una mezcla de rabia e impotencia
[La Voz de Galicia] Detrás del cierre de una empresa, por debajo del áspero tacto de las cifras económicas, emerge el futuro incierto de muchas familias. El caso de LM Composites en el municipio de As Pontes no es diferente. El expediente de extinción de empleo que la dirección y el comité de empresa firmaron el lunes sirve para que 98 nuevos trabajadores engorden, a partir de enero, las listas del paro de la comarca. La medida se encajó ayer en las instalaciones que la compañía tiene en el polígonos de Os Airíos con una mezcla de rabia e impotencia. «La gente parece que piensa que con los 50 días por año de indemnización nos vamos felices para casa, pero la plantilla lo único que quiere es trabajar», comentaba un empleado a las puertas de la factoría. «¿Cómo lo llevamos? -añadía el mismo operario- Pues cae de cajón. Cualquier persona se puede poner en nuestro lugar y pensar en lo que significa quedarse sin la forma con la que te ganas la vida».


El declive de LM Composites, filial de la empresa danesa LM Glasfiber, comenzó en el 2008. El principal problema con el que se topó la factoría fue de espacio. Las instalaciones no tenían capacidad para construir palas de grandes dimensiones, que empezaban a ganar fuerza en el mercado eólico. De hecho, la fábrica inició su actividad creando modelos de 15 metros de largo y cerrará sus puertas laminando aspas de 29. Durante los últimos seis meses de aquel año, la dirección de la empresa planteó un expediente de regulación temporal. Pocos se preocuparon. Parecía que era algo puntual, una caída en la cartera de pedidos que se solucionaría tarde o temprano. Pero el repunte no acaba de llegar. Entonces, la factoría ya servía sus pedidos a países emergentes en el mercado eólico y que aún no invertían lo suficiente como para dejar de lado las palas pequeñas y apostar por las más productivas.
Cuando estaba a punto de finalizar el año, la directiva se puso en contacto con el comité de empresa. Las noticias no eran halagüeñas. Querían negociar la prórroga de la medida para todo el 2009. En ese momento, saltaron todas las alarmas entre los trabajadores. Sabían que no se trataba de una falta de pedidos momentánea, sabían que la situación era grave. Ya se hablaba de la falta de competitividad de la planta del polígono de Os Airíos y de un descenso acusado en la demanda del sector eólico. Las consecuencias de la crisis financiera mundial empezaban a sentirse y enturbiaban, si cabe un poco más, el futuro de la factoría.
Durante todo este ejercicio, las conversaciones entre la dirección y el comité de empresa han sido constantes. Llegaron las movilizaciones para intentar salvar los puestos de trabajo, para tratar que la clase política evitase el carpetazo a una planta que había dado oxígeno a un municipio en plena reconversión después del cierre de la mina de Endesa.
Pero las leyes del mercado dictaron sentencia y LM Composites ya no era rentable. La cúpula de la compañía planteó continuar un año más bajo un expediente temporal, pero la plantilla lo rechazó. No querían prolongar la agonía de una factoría con las horas contadas.

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