[La Voz de Galicia] «Llevo más de treinta años en esta mina y desde luego nunca me imaginé que acabaría haciendo este trabajo». El empleado de Endesa que hace semejante comentario es un delineante que ahora guía una zódiac de buen tamaño sobre la superficie del ya descomunal lago que tapa una parte de la mina. Las cosas han ido razonablemente bien y en 15 meses el fabuloso hueco dejado tras décadas de explotación minera ha embalsado ya 115 hectómetros cúbicos. Al proceso aún le resta casi el 80%, pero el paisaje marciano que ofrecía la mina hace año y pico se ha transformado en un embalse coronado por una franja aún importante que revela la explotación minera y al que le espera lo que serán sus orillas: montes restaurados con un sorprendente grado de biodiversidad bajo los que laten millones de toneladas de materiales extraídos de la mina.
Desde la barca, el aspecto del lago cambia. Por las orillas se van ahogando árboles y matorrales que intentan crecer deprisa para mantener con el sol un contacto que se les escapa un poco más cada día. Varias colonias de patos se han instalado ya por allí y el croar de las ranas en algunas zonas es mucho más que audible. El agua, verde, está fría y en calma: 14 grados. Al pasar por una boya que se encuentra en el centro del lago y en la que se toman muestras cada diez metros, tenemos 120 de profundidad, la mayor en las 850 hectáreas que ocupará la lámina de agua final. Cuando eso ocurra, en enero del 2012, esa misma boya estará flotando ya sobre una profundidad de 220 metros.
Tres en uno
La singular estructura del hueco -tres en realidad- ha provocado que el llenado comenzara por el mediano, que rebosa al pequeño y este a su vez al más grande. A este ritmo, a finales de verano los tres vasos, entre los que todavía circulan camiones de gran tonelaje, se habrán unido ya de forma definitiva.
¿Y el agua? ¿Es de calidad? Los modelos desarrollados para controlar la parte más sensible del proceso marcaban una curva de menos a más, con peores resultados al principio del llenado y con una compensación paulatina hasta alcanzar los niveles de rebose hacia el Eume.
Cinco mil toneladas de cal
«Ahora mismo, los parámetros que tenemos ya nos dan una calidad de agua que cumple con las exigencias que la Xunta nos impuso para el final del proceso», explica Francisco Aréchaga, el director de la mina. Para ello han sido necesarias cinco mil toneladas de cal con el fin de corregir el pH del agua embalsada que, al 20% de su capacidad, tiene ya aprobado el examen más difícil.
La mejor ayuda para sostener la buena marcha del proyecto ha sido el Eume. El éxito del plan está directamente relacionado con la velocidad del llenado. Y el río, del que Endesa solo está autorizada a captar sus excedentes, ha sido generoso y ha proporcionado la mitad del agua. Así que la vista desde el despacho del director de la mina sigue siendo espectacular, aunque ahora muy distinta. «Estamos cumpliendo con nuestros compromisos -afirma Aréchaga-. Explotamos unos recursos que han sido necesarios para la sociedad y restituiremos ese espacio recuperado, medioambiental y socialmente».