El nuevo Pentium D de Intel trae sorpresa

El nuevo Pentium D de Intel trae sorpresa: incluye tecnología para hacer posible un sistema de protección anticopia de la mano de Microsoft. Es decir, que Intel se dispone a vendernos un ordenador que a veces obedecerá a terceros, en lugar de a su propietario. Filosofías aparte, tal vez este sistema sí que podría acabar con la copia ilegal de material con copyright. Pero el intento fracasará, por completo y muy pronto. Porque las empresas de propiedad intelectual no podrán convencer a las de tecnología de que se suiciden fabricando ordenadores tarados. Los fabricantes de ordenadores y las telefónicas no van a cooperar: les costaría demasiado. Si el Pentium D sale limitado durará en el mercado 10 minutos, y luego sus competidores se comerán viva a Intel. Es con mucho demasiado tarde para esta idea.


Como la historia ha demostrado reiteradamente, la protección anticopia basada en ‘cerrojos’ de software no funciona. Pregúntese si no a los fabricantes de reproductores de DVD, o mejor aún, a los de videojuegos. Todo código que pueda programar una empresa, alguien en Internet lo acaba por reventar. Y de poco sirve la legislación que prohibe hacerlo… a lo más que puede aspirar un programa de DRM (gestión digital de derechos) es a sobrevivir algún tiempo en la jungla hasta que el oportuno ‘crack’ aparece. La única forma de obtener un sistema razonablemente a prueba de copias es integrar los cerrojos en el cuerpo del ordenador; en sus propios microchips. Es la vía que ha hecho ricos a los fabricantes de consolas de videojuegos: ordenadores dedicados y no estándar, que dificultan (no imposibilitan, pero dificultan) el copiado de juegos.
Ahora Intel y Microsoft quieren repetir la jugada con el resto de los contenidos digitales. O eso dicen. Porque la realidad es que es imposible reemplazar toda la infraestructura de Internet por máquinas anticopia, que sería la única manera de conseguir el objetivo. Y además a ninguna empresa de tecnología le conviene semejante cosa: quienes saldrían ganando serían otros, los propietarios de derechos de copia. Las tecnológicas sólo pueden perder. Así que con toda probabilidad el intento de implantar una infraestructura con sistemas DRM integrados está destinado al fracaso. Como lo está la colaboración entre tecnológicas y propietarios de derechos; a aquéllas les interesa vender más máquinas, a éstas que las máquinas hagan menos. Es la guerra.
Imagine la situación: una empresa lanza ordenadores que obedecen a Microsoft en lugar de a usted. O una telefónica le ofrece un acceso a Internet que vigila, e impide, determinados comportamientos. O las ventajas de semejantes ofertas, en precio y servicio, son enormes, o usted preferirá, lógicamente, alternativas no limitadas. Es decir, ordenadores sin ‘chips’ capados y accesos a Internet sin vigilancias. En esas condiciones las primeras empresas tecnológicas que cooperen con la limitación de copia serán devoradas vivas por sus competidores.
Pudiera ocurrir, no obstante, que una coalición de empresas decidiese introducir ordenadores ‘honestos’ en un mercado todas a la vez. Dejando aparte lo que pudiesen decir las autoridades antimonopolio al respecto (tal vez incluso de la mano de una nueva ley), los fabricantes intentarían entonces no hacerse daño unos a otros. Pero se encontrarían con dos problemas: el parque de ordenadores ya instalado (¿se prohibe su uso? ¿se les dota de protecciones? ¿cómo?) y la competencia ilegal. Porque la prohibición de vender material informático no protegido generaría automáticamente contrabando de sistemas equivalentes sin cerrojos. Aparecería el Tráfico de ‘Chips’ y un notable mercado negro (como ya está ocurriendo con los CDs vírgenes), con las consecuencias obvias: mayor trabajo para las fuerzas del orden y para la justicia (para detener otro crimen sin víctimas), y competencia desleal para los fabricantes honrados. Competencia que recibirían de la mano, probablemente, de sus mismos proveedores.
Lo mismo ocurriría si fuesen todas las telefónicas de un mercado las que decidiesen, trabajando juntas, introducir límites al acceso. Lo único que conseguirían es proporcionar un poderoso incentivo para el desarrollo de redes alternativas de acceso no controladas por ellas (WiFi, WiMAX), desarrollo que podría amenazar la esencia misma de su negocio. Como se desarrolle una red alternativa, inalámbrica y controlada por los usuarios, las telefónicas de cualquier tipo dejarían de existir; cualquier cosa que fomente su desarrollo sin proporcionar ingresos a cambio será rechazada, con vehemencia. Es mucho dinero lo que hay en juego.
Porque todos esos daños y riesgos los estarían incurriendo las tecnológicas para evitarle problemas a otros; para salvar el negocio de terceros. Un negocio cuya destrucción a través de las redes P2P sirve para vender más ordenadores y conexiones a Internet…
La industria del copyright no tiene ninguna posibilidad.
Este plan podría haber funcionado, hace 15 años. De hecho ésa era la idea: construir las Superautopistas de la Comunicación, que iban a ser de peaje en toda su longitud. Estaban controladas de principio a fin por las telefonicas de entonces, monopolios estatales, y obedecían las reglas de una cómoda coexistencia (e incluso lucrativa interacción) con editores y propietarios de ideas. Lo malo es que su implantación se retrasó, y sus primeros ejemplos comerciales (CompuServe, America Online, Prodigy, InfoVía) no fueron capaces de parar a la entonces naciente Internet, que a diferencia del modelo superautopista se desarrolló en completa y desmelenada libertad. Ahora todos sus componentes, desde los protocolos de funcionamiento a los routers, los servidores y los ordenadores a ella conectados son abiertos.
Para hacer retroceder el tiempo, buena parte de esos componentes debieran ser reemplazados. Alguien tendría que pagarlo. Alguien tendría que evitar que ese cambio se convirtiese en una ventaja comercial para algunas empresas. Alguien debería dar a los usuarios alguna ventaja a cambio de tanta molestia.
Yo esperaría sentado a que esto ocurra. Y tampoco daría un céntimo por el Pentium D, si de verdad sale al mercado con limitaciones. Si Intel sabe lo que le conviene, ya se ocupará de que éstas se puedan desbloquear con facilidad, por la cuenta que les trae. No tendría sentido que compañía tan distinguida fuese la primera víctima de una guerra que no es la suya.
Fuente: Elmundo

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