[La Voz de Galicia] Una granja de As Pontes produce micromamíferos y los cuela en la tele, además de iniciar la explotación de moscas, grillos y otros insectos
El kilo de rata se cotiza razonablemente bien. De 6 a 36 euros, «solo que al revés que el percebe: cuanto más pequeñas, más caras», ilustra José María Vilaboy mientras tantea con las manos dentro de una jaula de roedores. El propietario de la granja Xaraleira (As Pontes) rebusca en la madriguera, aparta delicadamente a las crías e iza un par de ejemplares blancos como la leche, rollizos y del tamaño de dos berenjenas de las grandes. «Son muy buenas, nunca muerden», asiente con devoción por estos roedores. Asegura que hay «mucho mito» en torno a la rata y que, «como animal gregario», responde con bastante tranquilidad ante los extraños: «Esto, con las crías por el medio, no lo podrías hacer con un hámster».
Xaraleira produce cada año 200.000 ratas… además de 120.000 ratones, 60.000 hámsteres, 12.000 conejos y 6.000 cobayas. El 6 % se queda en la granja para reposición; hay que preparar nuevas camadas. El resto tiene destinos muy diversos, pero el extranjero (sobre todo Inglaterra y Emiratos Árabes Unidos) se lleva el 60 % de lo que genera Galicia.
¿Y para qué se utilizan? Hay dos líneas básicas: conejos, cobayas y hámsteres se mudan a tiendas de mascotas, y ratas y ratones sirven para dar de comer a otros animales en zoos y centros de recuperación de fauna salvaje; por ejemplo, para un programa de repoblación del águila real. «Los polluelos se alimentan de ratas», explica Vilaboy. En cuanto al zoo, algunos requieren doscientos kilos de ratas al mes, «que es una barbaridad», añade.
Ahora, a por moscas y grillos
En los últimos tiempos, los micromamíferos se han hecho un hueco en televisión. «El mes pasado se llevaron un montón de ratas vivas los de Águila roja para rodar episodios de la próxima temporada», dice Vilaboy. No es el único cameo catódico de los roedores; «Las del anuncio de Ikea, el del mago, también eran nuestras».
El proyecto de Xaraleira no se agota en los pequeños mamíferos. Superadas las ciclogénesis del invierno, la granja prepara su expansión. Gusanos de la harina, grillos, avispas y moscas serán los nuevos inquilinos. Los dos primeros, para alimentación de pájaros. Los dos últimos, para lucha biológica en ganadería.
La mosca del establo, cuyas larvas se alimentan de estiércol, es una plaga que afecta, por ejemplo, a la producción láctea. El ganadero la elimina con pesticidas, «que son inevitablemente contaminantes», constata Vilaboy. Otra especie de mosca, la que se va a criar en Xaraleira, es depredadora de la anterior. Acaba con la plaga por un procedimiento natural y, a continuación, este segundo díptero desaparece también al quedarse sin alimento.
«Lo que intentamos es conseguir que un kilo de larva [cuyo nombre científico se reserva] llegue a costar lo mismo que un litro de insecticida». Para afrontar este desafío, en la granja comenzó esta semana la construcción de una nueva nave, la sexta ya de las instalaciones.
En Xaraleira trabajan hoy nueve empleados. Eva se ocupa generalmente de los conejos. «Tenía una rata macho como mascota -relata-. Se llamaba Lolo, por Lolo Ferrari. Era un animal muy bueno». En la granja están especialmente orgullosos del trabajo realizado con estos roedores. «Criar una rata es fácil, criar diez mil ya es otra cosa», matiza Vilaboy. Si no se conocen las claves todo se vuelve caótico, porque la gestación puede oscilar entre 21 y 32 días, que es «una barbaridad. Considera que diez crías cada siete semanas es «una media de producción razonable».