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As Pontes

Salvio Antón trata de reconstruir su vida, que quedó rota en el 36

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[Diario de Ferrol] Todo lo que Salvio Antón Rey sabe sobre su padre es aquello que familiares y conocidos le han ido contando a lo largo de una vida que ha trascurrido entre la ciudad condal y la población pontesa de Vilavella.


Joaquín Antón Rodeiro tenía 27 años y un hijo de 13 meses cuando, junto a Manuel Franco Bermudez y Francisco Guerreiro, fue fusilado el 19 de agosto del 36 al lado de uno de los muros exteriores del cementerio de A Capela. Ahora, 72 años después, aquel niño huérfano, Salvio Antón Rey, promueve la recuperación de los restos de su padre, que fueron enterrados al pie de la misma pared utilizada para su ejecución y en la que todavía hoy se aprecian los impactos de las balas.
Todo lo que Salvio Antón Rey sabe sobre su padre es aquello que familiares y conocidos le han ido contando a lo largo de una vida que ha trascurrido entre la ciudad condal y la población pontesa de Vilavella.
De su personalidad destaca tanto su inteligencia, “sabía la manera de salir adelante”, como su afán por saber, “ponía escuela por las casas y estudiaba perito”. Tal vez esas mismas cualidades, según su hijo, dieron lugar a las envidias que posteriormente podrían haber sido su sentencia de muerte. “Porque mi padre no había cometido delito alguno, aunque, según comentarios, él mismo se había reconocido como comunista”.
Fuera como fuese, y porque “siento que era mi padre”, Salvio Antón se puso en contacto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica para la localización de sus restos con la intención de enterrarlos “donde tiene a toda su familia, en Vilavella”. Esta labor se llevará a cabo en menos de dos meses, antes del verano, según la previsión que actualmente existe. Pero para llegar a ese momento ha sido necesario recoger testimonios, buscar respuestas y hablar con aquellas personas que de una u otra manera han estado relacionadas con el suceso que oscureció la vida de Salvio Antón un día de agosto del año 36. Así, entre esos papeles del expediente que un día Salvio Antón también aportó para acceder a una ayuda por una minusvalía que le afecta a su pierna derecha, figura la confesión de uno de los guardias civiles que, acatando órdenes de sus superiores, se vio implicado en la detención de Joaquín Antón, así como el testimonio de dos vecinos de As Pontes que presenciaron el momento del arresto del “hijo de Antonio y Francisca y del que se sabe que él mismo falleció como consecuencia de aquella detención”. Pero, sin duda, el documento que resulta más revelador sobre el caso es el que en su día firmó el cura párroco de Santiago de A Capela. En el mismo, se recoge la declaración de cuatro personas, entre las que están las que dieron sepultura a los tres fusilados. Así, uno de ellos y amigo personal de Joaquín Antón oyó unos disparos cuando estaba “trabajando en una finca e instantes después es llamado por un guardia civil para que ayude al encargado del cementerio a enterrar al que reconoció ser Joaquín Antón, su amigo, de cuyo cadáver manaba sangre”. Todavía hoy, Salvio no se explica cómo su padre no escapó del camión en el que era conducido al cementerio, “tal y como hicieron otros” , pero añade “él nunca pensó que podría acabar como acabó, muerto”.

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