DETROIT – AS PONTES: UN MAL CAMINO PARA ALICIA

[mescourido.es] En un verano excepcional, como el que nos ha tocado este año, uno no puede resistirse a aprovechar la terracita y disfrutar de momentos de contemplación y reflexión. En uno de ellos, regresan a la mente dos pasajes de Alicia en el País de las Maravillas. El primero, aquel donde Alicia preguntó al gato: – ¿Podrías decirme, por favor, qué camino he de tomar para salir de aquí? – Depende mucho del punto adonde quieras ir- contestó el Gato. – Me da casi igual dónde- dijo Alicia. – Entonces no importa qué camino sigas- dijo el Gato. El segundo, aquel en el que Alicia, tras una larga y rápida carrera, exclama: – Bueno, lo que es en mi país, cuando se corre tan rápido como lo estamos haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte… – ¡Un país bastante lento! – replicó la Reina – . Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto uno pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte, hay que correr por lo menos dos veces más rápido. No es fortuito que de repente llegue este recuerdo, ya que llevo varios años muy preocupado por el devenir de As Pontes y ambos pasajes ilustran su situación dramática actual, a la vez que, sucesos como la bancarrota de Detroit han de alertarnos sobre el futuro de un pueblo que tiene demasiadas similitudes con la historia reciente de esta ciudad americana.
Un recurso natural, el lignito, transformó una zona rural en una urbe narcotizada por el dinero fácil: expropiaciones, puestos de trabajo en empresa pública con remuneraciones muy por encima del mercado, empleados con vivienda casi gratuita… Se vivieron décadas de burbuja, gracias a un recurso fósil: limitado de forma natural y condenado medioambientalmente. Pero como en todas las burbujas, la sensación de “esto es para siempre” provocó conductas irracionales, animadas por esa parte de la sociedad civil que dirige a la población, cuyas consecuencias estamos padeciendo desde hace tiempo. En esta situación, la labor pública tenía poco o casi nada de gestión y mucho de política (en el sentido que le da Maquiavelo). Se trataba de someterse a la voluntad de los dirigentes de la gran empresa pública, de manipular el grifo de las subvenciones, de confundir edificios y obras con futuro y personas y/o de mantenerse en el sillón para poder obtener un rendimiento que se es incapaz de obtener en la vida privada. Con todo ello, y aún, hoy, con gran parte de la sociedad civil narcotizada por el recuerdo de tiempos pasados, la burbuja estalla. Ya hemos perdido el 40% de la población (sobre todo la más joven, formada y cualificada), tenemos un paro de larga duración trágico y abrumador que puede rondar el 50% de la población activa, las perspectivas de futuro apenas existen (tras derroche de más de 600 M €, 100.000 M pesetas, de fondos públicos para la reindustrialización en el período 1996-2007), los polígonos industriales llenos de naves embargadas, vacías o sin estrenar, sin apenas suelo industrial, el comercio y la hostelería en sus horas más bajas desde hace tanto tiempo que ni se recuerda y una clase privilegiada de prejubilados que pueden llegar a ser mileuristas si se ven obligados a seguir asistiendo a sus hijos (hipotecas, letras, nietos…).


Las virtudes de una ciudad/pueblo de este siglo son la competencia, la comunicación y el capital humano. Nunca se ha apostado en estos lares por ello. Monocultivo industrial público, cierre o barreras a la entrada de más empresas, sectores y actividades, comunicaciones manipuladas y al servicio de determinados intereses y la persistencia en no desarrollar el capital humano en el propio pueblo, sino que se fomentaba su huida, han sido las pautas que nos han traído hasta aquí. Las consecuencias, en un mundo global, donde las ciudades/pueblos compiten por la atracción de talento, empresas, inversores, visitantes… es evidente. La “capacidad de los ciudadanos de votar con los pies”, esa creciente movilidad de la persona, es una muestra de la decadencia que venimos padeciendo. Siempre recuerdo mantener el debate sobre la importancia del capital humano de As Pontes en el futuro desarrollo del pueblo, chocando de frente con políticos y sindicalistas de todos los colores. Para ellos el ladrillo, la obra, la inauguración o reinauguración, el festejo… era y es más importante que las personas. Un fracaso.
Hoy, la situación es la de Alicia. Ya hemos pasado la época donde, por lo menos, corríamos, aunque no fuese lo bastante ni lo necesario, adormilados en la complacencia y en una perspectiva del “todo seguirá igual”. Fuimos perdiendo puestos en el pelotón, hasta ser casi coche escoba. Ahora es la parálisis. Ya no sabemos a dónde ir. Y los pasos que se dan, a veces son hacia adelante, otras hacia atrás y, la mayoría de las veces, se tropieza. Se tropieza con las mismas piedras otra vez, se prolongan los errores, se mantiene uno en el “no news, good news” (si no hay noticas, son buenas noticias).
Éramos y creo, profundamente, que somos un pueblo industrial (evidentemente las industrias de este siglo XXI no tienen nada que ver con las del siglo XX; las industrias del conocimiento, no han interesado mucho por estos lares). No podemos, de la noche al día, cambiar eso y menos, sin analizar, sin planificar, sin valorar… No se sabe a dónde se quiere ir como pueblo. No se puede pasar de querer atraer a una papelera a convertirnos en un icono turístico, con múltiples fracasos por el medio. No debemos quemar recursos públicos en proyectos que no se van a construir y/o que no tienen viabilidad sino hay una camino decidido (complejo comercial y de ocio, anfiteatro/foro de conciertos en lago…), no podemos hacer un plan urbanístico racional sin un estudio de las posibilidades socio-económicas del entorno, no podemos lanzar ideas peregrinas sobre el futuro del lago sin evaluar sólidamente sus posibilidades económicas… empezamos el desastre por el tejado. Y todas esas posibilidades, las reales, pasan por un destino industrial y/o agrícola-ganadero intensivo. ¿Turismo? Sí, algunas actividades pueden tener lugar, pero de forma complementaria. No tenemos clima, no tenemos infraestructura ni grandes reclamos, tenemos cientos de playas maravillosas (y, lo más importante, reales) a menos de 1 hora en coche. Hay quien es Alicia y sueña y quien, al escucharles o leerles, como yo, tiene pesadillas.
Todo lo descrito se asemeja, demasiado, al caso de Detroit. La ciudad “rica” de América gracias a la industria del automóvil y que, hoy, es pobre, decadente y en ruinas. No hemos llegado a ese límite, aún estando cerca. Debemos, todos, demandar y exigir a quien dirige los destinos de este pueblo, que ponga todos los recursos que tenga (o los adquiera; en España hay grandes gestores de ciudades) para reflexionar, pensar, planificar… ese lugar a dónde ir, ese destino que pueda garantizar el futuro de esta villa… que puedan dar una respuesta concreta para que Alicia haga la pregunta correcta al gato. Y luego, correr, correr muy deprisa… porque llevamos perdidos todos los tiempos del mundo.

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