El atajo más esperado sabe a poco
[La Voz de Galicia] A paso de tortuga, la comunicación de las comarcas de Ferrolterra y Eume con el interior de Galicia mejora. El penúltimo avance llegó el pasado martes con la apertura, a bombo y platillo y con dos años de retraso, de un nuevo tramo de la autovía AG-64, que enlaza la ciudad naval y la localidad minera. Es el más costoso, con una inversión de más 75 millones de euros; el más corto, con solo nueve kilómetros de longitud; y el más controvertido, con sucesivas complicaciones derivadas de afecciones medioambientales y arqueológicas.
En una mañana como la de ayer, gélida y soleada, el tráfico en el nuevo tramo de la AG-64 es tibio, resacoso por las fiestas navideñas y mayoritariamente pesado, con una presencia abultada de camiones y vehículos especiales. Son los que hasta esta misma semana embotellaban el tráfico en la hermana pobre de la autovía, la carretera comarcal AC-861. La Consellería de Política Territorial, promotora del proyecto, estima que este trecho soporte una densidad viaria de 5.000 vehículos al día.
Sin apenas curvas y con solo un enlace situado prácticamente al inicio del vial, el del polígono de Os Airíos, el trecho As Pontes-Cabreiros permite mudar de provincia en apenas siete minutos a una velocidad media de cien kilómetros por hora. El mismo recorrido por la carretera comarcal se dilata el doble de tiempo, y eso si el conductor no se topa de bruces con un camión que ralentice aún más el viaje.
Tras la salida del parque empresarial, solo existe otra posibilidad de detenerse con el vehículo en los nueve kilómetros del tramo. Se trata de un área de servicio en teoría, pero en la práctica es una gran explanada desangelada con más plazas de estacionamiento que zonas verdes, y con dos mesas de cámping hechas con granito que invitan poco al descanso.
A la altura de Cabreiros, en el municipio lucense de Xermade, la autovía se estrecha y con unos conos y unos paneles de color miel se indica al conductor el fin del atajo. El que viaja al volante se queda con la sensación de que, aunque mejor nueve kilómetros que ninguno, la suma experimentada por la autovía sabe a poco.
Una rotonda de considerables dimensiones, improvisada con paneles y vallas rojas y blancas, desvía a los coches hacía la carretera comarcal, en este caso, la LU-861. En el interior de la glorieta se acumula material de obra, paneles indicativos en desuso y hasta pavimento del antiguo vial.
Del trazado forman parte dos viaductos, uno que salva el río Eume y otro el Lavadoiro. El que llama la atención es el primero por sus dimensiones, 850 metros de largo y casi cien metros de altura. Se construyó en un tiempo récord, nueve meses, y con un novedoso sistema.
Se alerta, como debe ser, a los usuarios de cómo las características meteorológicas de la zona influyen en la conducción, mucho viento y posibilidad de hielo en la calzada. Sin embargo, los guardarraíles no incorporan el tan demandando por los motoristas sistema de protección de doble bionda, que salva a los pilotos de los trágicos choques contra estas estructuras.