En las antípodas del fútbol

Bermúdez, testigo gallego del «alcorconazo» al Real Madrid, colgó las botas y se mudó a Australia para disfrutar de más libertad y mejorar su formación
[La Voz de Galicia] El 27 de octubre del 2009, cientos de millones de personas de todo el mundo presenciaron uno de los hitos de la historia reciente del deporte: el Alcorcón (Segunda División B) le endosó cuatro goles al todopoderoso Real Madrid en la ida de la ronda de treintaidosavos de final de la Copa del Rey.
Por supuesto, el episodio tuvo testigo gallego de excepción: Diego Andrés Bermúdez Penabad (As Pontes de García Rodríguez, 1982). El alcorconazo pasó por ser uno de los mayores ridículos protagonizados por el distinguido como mejor club del siglo XX, pero al mismo tiempo aupó y consolidó la trayectoria de una entidad modesta, el Alcorcón, que ahora sobrevive con soltura en Segunda División.
Tras probar aquellas mieles, el gallego Diego Bermúdez, sintió de cerca algunas de las hieles del fútbol. Y, después de hacer escala en Cádiz, decidió colgar las botas y poner rumbo a Sídney. Galicia, para qué negarlo, es así. No se detiene ante nada.


«Me encuentro en un momento de grandes cambios tanto en lo personal como en lo profesional. Hace unos meses vivía de la profesión que he estado realizando los últimos diez años (el fútbol), y ahora con treinta y uno, me replanteo mi vida y decido que es más ventajoso para mi futuro ir por otro camino», relata el pontés. «Todo futbolista sabe que en algún instante de su vida llega este momento. Yo no pensé que sería tan pronto, porque mi físico responde, pero la mala situación que atraviesa el futbol español y la coincidencia con una lesión han influido lo suficiente», argumenta.
Feliz en su nueva etapa vital, Bermúdez transpira cierto resquemor por una actividad a la que brindó sus mejores años. «Lo ideal para mí, hubiera sido irme fuera de España con un contrato de un equipo debajo del brazo, pero no ha podido ser. Los que tengan esa suerte, no la deben dejar escapar, porque esas oportunidades luego no vuelven. La vida profesional del deportista es corta», dice.
«Es mi momento»
Sin embargo, lejos estuvo de arredrarse. «Aunque el futbol me ha dado mucho, para este tipo de cosas me ha mantenido atado. Siempre me ha dado mucha envidia amigos que se marchaban a estudiar o a vivir en el extranjero. Yo con veinte años no podía, pero ahora es mi momento de hacerlo. Mis objetivos son seguir formándome. Además, no todo ha sido futbol estos años.
He podido sacarme la carrera de Administración y Dirección de Empresas, y si logro dominar el inglés, estaré mucho mejor preparado para mi futuro laboral. Que además, viendo como se encuentra nuestro país, puede que sea lejos de mi tierra», dice.
El exdefensa no ha dudado en situar su meta en las antípodas, no solo vitales, sino geográficas y se ha acercado bastante. «Elegí Sídney por varios motivos. Vivir en el extranjero era una asignatura pendiente para mí. Estuve cerca de jugar en alguna Liga extranjera. Mejorar mi inglés es otra razón. Y la última, es que soy un poco aventurero, y ¿que mejor destino que Australia? He pensado: ?Ahora o nunca?. Y aquí estoy, con muchas ganas», explica.
«Podré ver todo desde un punto de vista diferente, valorar cosas que no valoraba, aprender de gentes y culturas diferentes y creo que mi vida cambiará para siempre. Uno se convierte en un ciudadano del mundo», añade. «Soy un romántico y me gustan estas cosas. Pero reconozco que no es una decisión fácil de tomar y puede ser duro», matiza.
Un ejemplo: «He conocido a un sevillano que había invertido todos sus ahorros, incluso vendido su coche, para poder estar aquí. Es duro escucharle decir que en España no hay futuro para los jóvenes. Espero que tenga suerte».
«En comida, Galicia gana por goleada; pero ya pude comprar un albariño»
Diego Bermúdez acelera la adaptación a su nuevo entorno. Acude al clásico. «En comida, Galicia gana por goleada, ni punto de comparación. Consigues productos de calidad, pero gastando bastante dinero. Pude comprar una botella de albariño, aunque a precio de oro», relata.
«Como deportista que soy, me encanta que la gente aquí también lo sea. Hay gimnasios en cada esquina, abren a las cinco de la mañana o incluso las 24 horas. La gente va antes de trabajar. Yo he copiado esa buena costumbre y voy a las 6 de la mañana. Y está lleno de gente. Por no hablar de los parques, con corredores, boxeadores…», cuenta.
«A las 6 de la mañana, todo el mundo en marcha. Muchos comercios cierran a las 7 de la tarde. Disfrutan mucho de la vida al aire libre. Todo australiano que se precie tiene una gran barbacoa en casa», dice. «Es una bonita ciudad, con muchas playas como Bondi y Manly (territorio surf), parques y lugares turísticos: The Opera House, Harbour Bridge o Darling Harbour. En el centro predominan los rascacielos, pero si te alejas ves casas adosadas de dos plantas con jardín», añade.
«Sus animales no tienen nada que ver. Hay murciélagos tan grandes como gaviotas. La primera vez que los vi, me asusté. Menos mal que sólo comen fruta», bromea. De inmediato, otra cita para acumular sensaciones: las Navidades. «Pronto viviré nuevas experiencias», avanza ilusionado.

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