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Galicia puede pagar la factura del carbón de Zapatero

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[La Voz de Galicia, por Luis Ventoso] Rodiezmo de la Tercia. Un bonito paraje, casi despoblado, con 200 vecinos, monte arriba a 45 kilómetros de León. Nadie se acordaría de aquel confín de no ser porque allí, cada septiembre, las federaciones mineras de la UGT celebran una gran romería, con unos 30.000 adeptos. Tradicionalmente el reclamo en la tribuna era el sarcasmo vitriólico del ya crepuscular Alfonso Guerra. Pero ahora ha emergido otra estrella, Zapatero, que allá arriba, rodeado de sus paisanos, se da su baño anual de campechanía sindical. El presidente incluso ha convertido el sermón de la montaña en el arranque del curso político.
El pasado septiembre, en el fervor de Rodiezmo, Zapatero prometió subidas de las pensiones (las ha congelado); más fondos para la dependencia (nada); mantener el cheque-bebé (lo ha retirado) y continuar con la misma política económica pese a la crisis, «porque nuestro endeudamiento es bajo» (sin comentarios). Pero dijo algo más que sí cumplió: prometió a los mineros de su tierra que primaría el carbón de aquellas cuencas. Y lo hizo.


En diciembre, solo tres meses después de su apuesta por el carbón altamente contaminante de Rodiezmo, el presidente acudió a la cumbre del clima de Copenhague y conminó a los líderes mundiales a pasar página con el carbón y el petróleo «para dar paso a una nueva era basada en las renovables». Siempre consecuente, acto seguido, en febrero, aprobó el decreto que prima el obsoleto carbón astur-leonés, más caro y sucio que el foráneo, con subvenciones por las que cada minero de la zona nos sale a 255.157 euros en ayudas por barba.
El plan para fomentar que se queme carbón nacional salvaba 4.000 puestos de trabajo en Asturias y León, pero tenía un pagano: Galicia, que puede perder más de 2.000 entre Cerceda y As Pontes. Las centrales térmicas de Meirama y As Pontes, que han castigado el ecosistema gallego durante décadas, fueron reconvertidas con inversiones multimillonarias para tener ciclos de gas y quemar carbón foráneo, lo que las hacía más rentables y limpias. Ahora, las alegrías populistas de Rodiezmo pueden finiquitarlas. Por fortuna, el decreto de Zapatero, contestado por el Consejo de Estado y la Comisión Nacional de la Energía, está en cuarentena, por la UE, que podría tumbarlo.
El sermón de la montaña deja sus parábolas. Un presidente veleta. Un socialismo gallego que, como con las cajas, sigue silente en la defensa de nuestros altos intereses (¿Dónde anda el tan galleguista Caamaño ahora que su jefe puede liquidar más de 2.000 empleos en comarcas gallegas altamente deprimidas? ¿A qué se dedica el siempre bullicioso Pachi Vázquez?). Por último, vuelve a estar a prueba el empaque político de una Xunta que ya ha sido toreada varias veces por el Gobierno central. El carbón mancha. Pero no a todo el mundo igual. Veremos…

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