El monitoreo de EEUU sobre la Red pone de moda las herramientas de anonimato

Hasta ahora, ocultar las huellas, borrar los datos o enviar mensajes que se autodestruyen eran comportamientos relativamente poco comunes -y hasta un poco ‘paranoicos’- para el usuario medio de Internet. No obstante, la revelación de la existencia del programa PRISM en EEUU para monitorizar Internet ha impulsado dichas prácticas.
“El nivel de paranoia irracional ha cambiado en las últimas semanas”, señala Alex Stamos, consultor de la firma de seguridad NCC Group, que se describe como un “hacker de sombrero blanco” (‘white hat hacker’), es decir, que sigue una ética centrada en proteger los sistemas de seguridad informática.


Las herramientas para esconderse detrás del anonimato, como por ejemplo los programas de cifrado, han existido durante años, aunque a menudo están asociados con los ‘hackers’ y delincuentes.
Además, “muchas personas no son conscientes que estas herramientas existen, y muchas de ellas son sólo utilizables por ‘geeks'”, añade Sascha Meinrath, líder de la New America Foundation, que ayuda a mantener la seguridad y la privacidad de las comunicaciones en los países totalitarios.
Irónicamente, algunas de las herramientas para asegurar el anonimato en Internet surgen, precisamente, de programas financiados por el Gobierno de EEUU para ayudar a la gente en estos regímenes autoritarios.
“La tecnología utilizada en Teherán y Phnom Penh se usa también en Nueva York y Washington”, apunta Meinrath.
Uno de los más conocidos para ocultar las huellas ‘online’ es TOR (The Onion Router). Desarrollado por los militares de EEUU, ahora está dirigido por una organización sin fines de lucro, TOR Project, y cuenta con 500.000 usuarios en todo el mundo, el 15% en los propios Estados Unidos.
Demasiado complicado
“Nunca guardamos los datos que puedan identificar a nuestros usuarios”, dice Karen Reilly, directora de desarrollo de la organización.
Reilly rechaza la idea de servir a los intereses de los ‘malos’. “Los delincuentes son siempre los primeros en adoptar nuevas tecnologías”, reconoce, y añade que si no existieran los programas para conseguir el anonimato “encontrarían otra solución” de todas formas, argumenta.
La aplicación Wickr permite destruir los datos que se envían a dispositivos móviles. “Todos nuestros mensajes se autodestruyen (…) Todo el mundo quiere que sus mensajes se autodestruyan de Misión Imposible”, bromea su fundador Nico Sell, quien además reconoce “un aumento significativo de las descargas en la última semana”.
El motor de búsqueda DuckDuckGo, que no guarda las direcciones IP de sus miembros, también ha experimentado últimamente un crecimiento récord. Desde que se publicó la existencia de PRISM, al constatar la participación de pesos pesados como Google, “la gente está buscando alternativas”, declara su fundador Gabriel Weinberg.
Curiosamente, Casey Oppenheim, cofundador de otro programa diseñado para ocultar las identidades en línea llamado Disconnect.me, informa de lo contrario: su servicio no ha experimentado un crecimiento de uso. Para él, “la mayoría de las personas no entiende la magnitud” de las huellas que dejan en Internet.
Stamos recuerda que las empresas no pueden cifrar de forma absoluta sus datos ya que deben estar disponibles en caso de solicitud por parte de la Justicia. Además, afirma que el uso de una clave de cifrado para el intercambio de correo electrónico parece demasiado complicado para muchas personas.
Su prohibición sería absurda
En cualquier caso, muchos expertos señalan que el uso de estos instrumentos diseñados para proteger la privacidad ‘online’ no es dominio exclusivo de delincuentes y su prohibición sería absurda.
“También tendrían que ilegalizar el uso de la pluma o del ordenador, y en general todos los medios de comunicación”, comenta Meinrath, quien recuerda el caso del servicio de correos, que es inviolable salvo por orden judicial fundamentada .
“El secreto de la correspondencia -y de las comunicaciones- es fundamental para nuestra democracia”, apunta.
Fuente ElMundo

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