La chimenea de España

La térmica coruñesa As Pontes demuestra la dificultad de cumplir con el Protocolo de Kioto.
[publico.es, por Mariola Moreno] Enormes torres de refrigeración que expulsan sin cesar vapor de agua, y una gigantesca chimenea humeante, la mayor del mundo, de 356 metros de altura. El paisaje de As Pontes de García Rodríguez, un municipio coruñés de 11.500 habitantes, está ligado a la central térmica más contaminante del país.

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“Es la mayor fábrica de cambio climático de España y una de las mayores de Europa”, dice la organización ecologista Greenpeace del complejo térmico, en manos de Endesa. Según datos de CCOO, la central de As Pontes fue en 2007 la más contaminante de España, con casi nueve millones de toneladas de CO2, lo que representa más del 20% del total consumido en el país. El colectivo ecologista Verdegaia advierte de que, de seguir así, el plan de acción del Gobierno de la Xunta no conseguirá reducir las emisiones nocivas, que, en 2012, serán un 37% superiores a las de 1990, muy por encima de lo establecido en el Protocolo de Kioto, que esta semana está a debate en Poznan (Polonia).
Un análisis elaborado por la Universidad de A Coruña ha detectado niveles “excesivos” de metales pesados en las aguas del río Eume hasta el punto de multiplicar por 3.000 la presencia máxima de aluminio recomendada por distintos organismos internacionales. Según denuncian colectivos ecologistas locales, el Eume -arteria de las fragas, único bosque atlántico con especies de alto valor ecológico-, ha sido el “vertedero” durante décadas de los minerales desechados por Endesa.
Narciso Ferreiro, de 57 años y prejubilado de la hidroeléctrica desde 2001, no sabe de informes, como tampoco cree en las estadísticas. Trabajó durante 35 años en la mina de lignito pardo que alimentó al gigante térmico durante décadas y que llegó a dar empleo a más de 3.000 personas en el pueblo. Hoy apenas son 270 los trabajadores los empleados en la planta térmica. “Mi padre echó más de 40 años en la mina; tiene 87 y no padece ningún problema grave de salud”, narra con apatía, mientras apura el enésimo cigarrillo. “La chimenea siempre ha estado donde está”, justifica. Una leyenda local muy arraigada dice que los gases contaminantes que emanan de As Pontes van a parar a Inglaterra, dada la magnitud de esa chimenea.
A la cabeza en energía
Las inversiones de Endesa en la zona -donde explota dos hidroeléctricas, un parque eólico y una flamante central de ciclo combinado, inaugurada a principios de año- han situado a la comarca a la cabeza de generación de energía en España. Según los datos de Red Eléctrica Española, la hidroeléctrica cuenta con 2.252 megavatios de potencia instalada sólo en As Pontes. La térmica es capaz de generar por sí misma el 3,69% de la demanda nacional de energía. Una afirmación que el alcalde de la localidad, el socialista Valentín González Formoso, matiza: “En proporción al tamaño que tiene la central, contamina poco. Endesa acaba de realizar una inversión de 300 millones para reducir en un 98% las emisiones de azufre y un 10% las de CO2.
Pueden parecer unos porcentajes insuficientes, pero con la tecnología disponible en estos momentos, no se puede hacer más”, añade. “Hay que asumir que las térmicas son las que generan la energía, hasta que prescindamos de encender la luz el día que no sople el viento”, sentencia el regidor. “El complejo eléctrico de Endesa tiene una importancia que trasciende al pueblo. Tiene un gran valor para toda la comarca. Sin ir más lejos, las obras del puerto exterior de Ferrol están justificadas por la planta de As Pontes. La central es uno de los mayores centros de empleo de la comarca”, cuenta, orgulloso.
El puerto ferrolano al que se refiere el alcalde es la puerta de entrada de los más de cinco millones de toneladas de carbón que Endesa importa cada año, procedentes esencialmente de Indonesia y de EEUU, dado su teórico menor efecto contaminante. El tráfico de mercancías propiedad de Endesa en la dársena ferrol supone el 65% del total.
El colectivo ecologista Fusquenlla asegura que casi la mitad del dióxido de carbono acumulado en los bosques de España, más de 186 toneladas, “se encuentra en Galicia, Catalunya y Castilla-León. En concreto, los bosques gallegos acumulan el 21% de ese CO2 y una parte muy importante procede directamente de la central pontesa”, dice el colectivo. Para Jesús Silva, ciudadano de As Pontes, ese efecto se percibe cada día: “Los campos están arrasados. Cuando te adentras por el bosque te das cuenta de que no queda ni rastro de animales vivos. No se escuchan pájaros. En el río no hay peces”.
De los datos proporcionados por la Red EMP/VAG/CAMP, encargada de la vigilancia de la contaminación atmosférica, también se desprende que la tasa de dióxido de azufre presente en el medio rural gallego es la más alta de España. Y éste, según los ecologistas de Fusquenlla, es “uno de los principales problemas de la central de As Pontes”, que redunda en “la lluvia ácida que está arrasando el campo gallego”.
Ernesto López desconoce cuál es el proceso químico exacto que se desencadena al entrar en contacto las emisiones de las torres de Endesa con el aire. Sólo es consciente del humear constante de la central. A escasos metros de dos de las torres refrigerantes de la térmica, Ernesto tiene un campo en el que cultiva patatas y otras hortalizas. “Las plantas amanecen con una capa de grasa negra y las patatas se queman”, confiesa. Pero también reconoce, resignado: “Esta empresa da sustento a mucha gente del pueblo”.
Lo que para muchos en As Pontes es una mera cuestión de supervivencia, para los ecologistas es un despropósito medioambiental que se vería agravado de llevarse a cabo el traslado, desde Pontevedra, de la celulosa de Ence. La papelera, denunciada por los vertidos a la ría y el hedor, es vista con buenos ojos por el regidor socialista pontés. Para Fusquenlla, sin embargo, “el traslado sería el colofón al despropósito que padece la comarca, que podría acabar convertida en un sumidero de las empresas instaladas en As Pontes”.
El futuro del socavón
Las asociaciones ecologistas observando alarmados cómo las instalaciones de Endesa han ido expandiéndose, destruyendo a su paso el territorio sobre el que se asentaban. Todo empezó con la mina de lignito pardo, a cielo abierto, propiedad de la Empresa Nacional Calvo Sotelo, a cuyos pies se estableció la térmica. Estuvo seis décadas en funcionamiento. A punto de agotarse el yacimiento, ya en manos de sus actuales propietarios, y forzados por la normativa europea sobre gases contaminantes que obliga a reducir la emisión de dióxido de azufre, en diciembre del año pasado Endesa puso fin a la extracción del mineral local. La visión actual del socavón resultante -de 1.150 hectáreas, con una longitud de cinco kilómetros, una anchura de más de dos y una profundidad de 200 metros-, es sobrecogedora.
Tras 60 años de explotación y una producción de 250 millones de toneladas de minerales, Endesa trabaja en estos momentos en un lavado de cara del yacimiento. Según un pacto ambiental alcanzado por el Gobierno de la Xunta y la hidroeléctrica, se van a invertir 35 millones en la creación de un lago artificial en la cavidad que incluirá zonas de ocio. Para la formación del lago está previsto que se devuelvan a su cauce original las aguas de los antiguos ríos y manantiales.
Los ecologistas han criticado el proyecto, por cuanto “supone un peligro de incalculables consecuencias”. Según Fusquenlla, “las aguas estancadas en el lago multiplicarán los efectos que padece en la actualidad el río Eume”.

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