El tráfico gallego contamina como la mayor empresa emisora de CO2 de España

[Faro de Vigo] La central térmica de Endesa de As Pontes, la primera empresa de España en el ranking de emisiones de dióxido de carbono (el gas enemigo número uno del cambio climático), liberó en 2008 siete millones de toneladas de sustancia gaseosa nociva. ¿Cúanto C02 liberan los vehículos que transitan las vías gallegas sin descanso? Exactamente lo mismo. En Galicia hay 1.900.000 turismos, camiones, furgonetas, buses, motos y tractores que, conjuntamente, emanan en sus desplazamientos siete millones de toneladas de dióxido de carbono. La contaminación por tránsito en carretera se ha duplicado en las últimas dos décadas porque el parque de vehículos se ha multiplicado por dos desde los noventa. Por aquel entonces, las emisiones por transporte en carretera suponían 3,5 millones de toneladas. La dependencia del motor en una sociedad con una estadística de 2,04 habitantes por turismo tiene su coste medioambiental. Un ejemplo más de la contribución del ser humano al imparable avance del cambio climático.


Las fábricas generadoras de energía y electricidad de Endesa en As Pontes y de Fenosa en Meirama se consideran los principales focos de polución en la atmósfera gallega, acaparando prácticamente la mitad de emisiones de C02 que libera en su conjunto la comunidad. En pleno debate sobre el futuro del clima en la Cumbre de Copenhague, dos décadas después de iniciarse el control sobre el calentamiento del planeta a través de la liberación de gases nocivos con el Protocolo de Kioto, expertos gallegos recuerdan que la emisión de sustancias gaseosas dañinas para la capa de ozono no es un problema exclusivo de las centrales térmicas, principales productoras de energía para la supervivencia y el bienestar de miles de habitantes.
La industria contamina, los residuos son perjudiciales, la agricultura es una fuente inagotable de elementos nocivos, los hogares están continuamente transfiriendo polución y el transporte por carretera es un foco contaminante sin límite, en continuo crecimiento y en el que reina el descontrol, sin un manual de restricciones antipolución que ponga freno a la nube negra de los tubos de escape.
Los países industrializados se comprometieron en la ciudad de Kioto, en 1997, a ejecutar un conjunto de medidas para reducir los gases de efecto invernadero: dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso o azufre, entre otros. El planeta se empezaba a resentir de los efectos de la polución (deshielo, calentamiento global, lluvia ácida, cambios estacionales), por lo que era urgente ir pensando en frenar un proceso sin duda complicado. Copenhague es la segunda entrega de un intento de regulación a nivel mundial, en el necesario afán de reducir la polución. “Desde los noventa Galicia incrementó sus emisiones de C02 un 23%. Por sectores, en la industria (sin tener en cuenta las centrales térmicas) se produjo un aumento del 30% del dióxido liberado y, en cuanto al transporte, en dos décadas la subida de los niveles contaminantes ha sido del 104%. Se trata de un asunto muy difícil de controlar y regular, sobre todo por los hábitos de las sociedades desarrolladas, que utilizan el coche para todo. Haría falta un cambio de mentalidad para conseguir reducir los parámetros emisores en este ámbito. Lo ideal sería la bicicleta, aunque es mera utopía en el siglo XXI”, comenta Emilio Fernández, profesor de Ecología en la Facultad de Ciencias del Mar de Vigo y coordinador del estudio ´Evidencias e Impactos del Cambio Climático en Galicia´. La tendencia de incremento del parque de vehículos es similar a la curva en el ámbito nacional, como también lo es el aumento de emisiones en industria. En el año 1973, sólo había un vehículo para cada nueve habitantes; en 1998 la población del país se dividía en 2,5 personas por turismo y, en la actualidad, toca a coche por cada dos personas. “En transporte hubo poco control. Los turismos híbridos o eléctricos todavía tienen poca presencia y siguen siendo un poco caros, aunque ocurrirá como con las nuevas tecnologías, se convertirán en asequibles en poco tiempo. Habría que utilizar más transporte público e incentivar el tranporte de mercancías por mar. Podrían incrementarse los impuestos, quizás”, comenta Xavier Labandeira, titular de la cátedra sobre Economía del Cambio Climático de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) e investigador de la Universidad de Vigo. Partirá en breve rumbo a Copenhague para participar en la recta final de la cumbre; el único gallego con ponencia propia en el mayor acontecimiento mundial sobre cambio climático. El aumento de la población, causado principalmente en el conjunto del Estado por el colectivo de inmigrantes, y el desarrrollo industrial han contribuido inevitablemente al incremento de la polución. “Hay que tener en cuenta que, en el conjunto nacional, hemos ganado seis millones de habitantes y las dos últimas décadas han sido cruciales para el despegue industrial del país”, explica Labandeira.
En términos comparativos, Galicia es la cuarta comunidad emisora de C02, con casi 34.000 toneladas liberadas al año, por detras de Cataluña, Andalucía y Castilla y León. Individualmente, cada gallego contribuye al calentamiento global con una media de 12,1 toneladas de dióxido, frente a las 9,2 toneladas por persona de media estatal.
En cuanto al factor humano en el ámbito doméstico, los cerca de tres millones de habitantes de la comunidad gallega emiten desde sus casas el 8,3% del dióxido carbono total que emana la autonomía. Los residuos constituyen otra fuente inagotable de polución. Sólo el sector industrial agroalimentario gallego produce 2,3 toneladas de desperdicios anuales.
La cabaña ganadera de la comunidad tiene su parte de responsabilidad en la emisión de gases nocivos. Y no es poca. Las más de 900.000 vacas que habitan las granjas gallegas liberan al año 88 toneladas de metano, un gas 21 veces más contaminante que el C02. El ganado vacuno contribuye al empeoramiento del efecto invernadero a través de flatulencias y deposiciones, de modo que cada vaca expulsa 90 kilos anuales de gases nocivos procedentes de su propio organismo. Algo similar ocurre con los cerdos, cuyos excrementos sólidos y líquidos son fuente contaminante del propio suelo (por exceso de nutrientes) y de la atmósfera (con emisiones de amoniaco y metano).
En el conjunto nacional se generan al año 7,1 millones de toneladas de purines que no se pueden utilizar para abonar los campos. La solución en marcha: los que no sirven como fertilizantes del suelo transformarlos en energía eléctrica, con valor añadido incluido.

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