Memoria sobre el descubrimiento de una mina de carbón de piedra

J-Cornide.jpgCORNIDE, J., «Memoria sobre el descubrimiento de una mina de carbón de piedra en las Puentes de García Rodríguez», Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa, n.243, (1790), p.p. 297-305
Un oportuno hallazgo lleva nuevamente mi pluma a la presencia de V.SS. dignamente congregados en este día para ofrecer un agradable holocausto al Príncipe más amante de sus Pueblos: digo holocausto agradable, porque ninguno es más aceptado en el piadoso ánimo del Rey, que los esfuerzos que esta y otras respetables Sociedades hacen para procurar la felicidad de sus Pueblos, y las comodidades de sus amables vasallos. Motivos y deseos semejantes me ocupan desde que he entrado en el gran teatro del mundo; y más de una vez ha visto este cuerpo que he procurado adquirirme en su presencia el honroso título del País que distingue a V.SS.
Continuando, pues, en afianzarlo, hace mucho tiempo que la lectura de algunos libros de historia natural me había hecho reflexionar, que una Provincia en la que son tan comunes las canteras de pizarra, no podía faltar en una u otra parte alguna de carbón fósil, cuyo hallazgo me parecía un tesoro para un País en que la leña será dentro de poco no menos costosa que la corteza de Ceilán.


Las Provincias de Mondoñedo y Lugo ocupaban principalmente mi atención, porque en ellas es donde abundan más estas canteras; y la celebrada de pizarras Ardoesas, o losa de Lendin, vecina a aquella primera Ciudad, me hacia discurrir particularmente que en la continuación de aquellas sierras podría descubrir alguna veta.
Tenía por otra parte noticia, que en uno de sus ramos, y muy inmediato a la Villa de las Puentes de García Rodríguez, se hallaba una veneta de fierro de tan buena calidad, que había excitado la atención de un caballero, en cuya hacienda se descubría más bien, a solicitar Real Cédula para la erección de una herrería que en efecto consiguió, y cuya fábrica no ha emprendido por el prudente recelo de la escasez de leña.
Sabía igualmente, y aun había reconocido, que entre dicha Villa de las Puentes y las Costas existieron antiguamente cinco o seis de estos útiles artefactos, que por la misma razón, o acaso más bien por ignorar el manejo de la vena, se habían extinguido1 quedando reducidas a una sola en el Valle de Vivero2. Había reconocido finalmente esta veta, desde las vecindades del cabo de Ortegal, hasta la ferrería de Pallares en distintas partes y en distintas ramificaciones, de las quales la una solo dista de esta ciudad lo que hay desde ella a la Sionlla, y me había convencido que se ataba con la abundante mina llamada por famosa la venera en los confines de Galicia, y de la qual se surten sus más conocidas herrerías de Valdeorras y Quiroga.
Sabía igualmente que las vetas de fierro no suelen estar lexos de las de carbón, y me confirmaba la noticia de que la riqueza de muchas de Inglaterra consiste en esta proporción3.
Había finalmente oído, que hacia la ya dicha de fierro de las Puentes, se hallaba otra de una materia parecida al carbón, y combinadas estas especies me determinó en el próximo pasado verano a dirigirme hacia aquel País que había atravesado en otro tiempo, pero del que conservaba muy escasas noticias; y en efecto, luego que llegué y procuré informarme de uno de los herreros que hay en él, tuve el gusto de ver confirmadas mis sospechas, y de que me conduxese sobre la veta, de la que he tomado las muestras que he presentado a V.SS. en el mes de Julio pasado, y que nuevamente ofrezco a su inspección.
Por ellas conocerán V.SS. que si no hallé lo que esperaba, hallé a lo menos una materia análoga y la más equivalente; no hallé un bitúmen schistosum de Lineo o un Lithantrax bitumen lapide fissilimineralisatum de Walerio, pero si un verdadero carbón vegetal mineralizado con porción de azufre como la famosa selva subterránea de Alemania, como particularmente lo prueba un tronco quemado (con señas nada equívocas de haber sido roble) descubierto en la última cata que mandé hacer en estos días para remitir a V.SS. la porción que acompaña a esta.
Para que V.SS. puedan formar concepto de la verdadera situación de esta mina, es preciso darles antes una idea topográfica del terreno.
Hállase la pequeña Villa de las Puentes, situada en el confín del Obispado de Mondoñedo con este Arzobispado en el camino directo del departamento del Ferrol a la Ciudad de Lugo, en distancia de 5 leguas del primero, y 8 del segundo; y en el margen derecho del río Eume, de cuyo puente dista igualmente 5 leguas, y de la Ciudad de Mondoñedo, a cuya Provincia a lo político pertenece, siendo la jurisdicción civil del Conde de Lemos: su asiento es sobre el mismo margen del río (que muchas veces se pasea por la Villa) y al extremo de una vega que podrá tener como media legua en quadro, y que rodean varias colinas, en las quales por el Oriente caen lugares de la misma Parroquia, por el Norte y Poniente las de Espiñaredo, Vilavella y Bermuy, (que pertenece a este Arzobispado) y por el Sudoeste llegan los términos de Gestoso, elevándose en aquella parte, y en la del Nordeste, las montañas mucho más que las colinas vecinas, y formando las de esta última banda varios crestones y picachos de pizarra con muestras de mineral ferruginoso.
Por una abertura que se hace en estas, entra el Eume en la llanura, y dividiéndose luego que pasa de la Villa en dos ramos, dexa en medio una isla llana y arenosa que cubre con sus aguas en el invierno: sobre el brazo de la derecha se eleva un poco la vega, y en la ribera que lame, y como a 500 varas de la Villa, ya en términos de Vilavella, se reconoce la veta de carbón que continuando por debaxo de los dos canales y de la Isla, aparece igualmente en la margen opuesta cortando el río con alguna oblicuidad, y baxando hacia los montes de Gestoso, de tal modo, que desde la orilla se observa negro como el carbón todo el lecho del río, sobre el qual, ni piedra ni arena se detiene, porque sin duda la misma untuosidad de la materia facilita que las aguas la remuevan.
La vega es de una tierra arcillosa de color amarillo, mezclada con algún guijarro menudo, y con una capa de mantillo o residuo de vegetales, que sirve de basa a los arbustos comunes en el País, que son el toxo, queiroga, carpaza, helecho, córtanla dos o tres arroyos que entran en el Eume, un poco más abaxo de la veta, y así estos, como las aguas que descienden de las montañas, y cuya filtración detiene la calidad compacta del terreno, hacen su piso muy pantanoso en invierno, aunque no difícil de desaguar a poca costa.
En estos días en que el río no llevaba poco agua, quedaban descubiertas como unas 10 o 12 varas verticales de veta, y sobre ella de 3 a 4 de arcilla y tierra. La dirección de aquella, es de Sudoeste a Nordeste, y su extensión por una y otra parte no averiguada hasta ahora; pero probablemente mucha, pues según los naturales vuelve a aparecer en un arroyo que corta la vega como a media legua hacia el Nordeste.
El modo como pudo formarse esta veta, aun es más difícil de averiguar que su extensión: la tradicción entre las gentes del País es, que una vez que se comunicó el fuego a este terreno, ardió por mucho tiempo, y esto me condujo a creer que en su origen tuvo un inmenso bosque, que transtornado con algún terremoto, fue abismado e incendiado por los fuegos subterráneos, y que impregnado por las materias sulfúreas, se reduxo a una pasta uniforme, tal qual hoy aparece a primera vista, y en la qual se hallan algunas señales de su primera naturaleza, como sucede en la mina de Biechlitz, a una legua de la Ciudad de Halle en la Saxonia, en la qual de en medio de una tierra o pasta bituminosa, se sacan todos los días troncos de árboles enteros y en estado de servir.
Me mueve a esta conjetura la misma disposición y calidad del terreno, pues el que está a la banda del Este, es todo mineral de fierro, hallándose en el Suroeste y montes de Folgoso y la Capela vetas calcáreas, formando el todo como el borde de una gran cratera o fosa, cuyo fondo es la vega por donde corre la mina, que en la violenta conmoción de un terremoto pudo aplanarse, llevándose consigo toda la superficie, y con ella cuanto contenía, mudando enteramente su aspecto. En efecto un País lleno de metales, de semimetales, y de piedras calcáreas, ofrece las materias más propias para excitar una fermentación que produzca un violento terremoto que trastorne todo el País vecino y aun quando la buena física no conduxese a este raciocinio, hartos exemplos nos ofrece la máquina en todas sus partes para que no lo dudemos.
Están varios los naturalistas sobre la formación de estas vetas de carbón de piedra, y el sistema de los más lo comprendía brevemente el Diccionario de Valmont de Bomare, obra harto común para que yo traslade a V.SS. lo que pueden ver en él: no obstante diré ligeramente alguna cosa sobre la forma en que se encuentra este fósil en las entrañas de la tierra, que en unas partes es en capas horizontales y a desiguales profundidades desde 10 hasta 100 brazas y más, siendo su espesor desde 2 pulgadas hasta 10 y 12 pies: estas capas están contenidas en medio de otras que forman como caxones por lo común de pizarra, y algunas veces de piedra arenisca o molar, y otras entre materias calcáreas.
Otras veces son verticales, como se reconoce en la muestra, cuya profundidad hasta ahora no se puede determinar, y estas suelen estar contenidas entre tierras gredosas, arcillosas, y margosas, y su formación parece de más moderna data que las horizontales que acaso cuentan tanta antigüedad como el mundo. De esta clase son las ya citadas de Halle, las del Condado de Nassau, y las de Altorf en Franconia y otras, y a ella puede reducirse la muestra.
Sus calidades son varias según la diversidad de materias de que se componen; pero en general se pueden reducir a dos, esto es a carbón de piedra y a carbón de tierra: el primero es duro, craso, compacto, y de color negrusco lucido y azulado, y cuya textura forma como unas ojuelas o escamas: este se enciende con dificultad, siendo preciso humedecerlo para que la mayor resistencia dé más presa a la acción del fuego: después de encendido, da una luz clara y brillante, y despide un humo espeso, siendo el más apreciable para ciertos usos: el carbón de tierra es más blando, se deshace entre los dedos, y puesto al aire se enciende fácilmente, pero su llama no es tan viva ni dura tanto.
Esta diferencia consiste en que el primero se compone de una pizarra degradada de mucho betún o petróleo, y de algún azufre, y que las partes integrantes del segundo, o bien son unas tierras saponáceas y arcillosas, podridas y quemadas por la acción de los fuegos subterráneos, o varios vegetales más o menos robustos, que habiendo sufrido iguales impresiones, fueron mineralizados con menos cantidad de betún, y con más abundancia de azufre: su calidad no es tan aventajada como la primera, pero no de menos uso en la economía: su carácter es el deshacerse en pedazos de figura cúbica o como dados, imitando algunas veces las fibras de la madera.
A esta última especie reduzco el que presento a V.SS. y que contemplo formado como llevo dicho por el transtorno de algún gran bosque abrasado por los fuegos subterráneos, podrido por las abundantes aguas que por el hundimiento del terreno concurrieron y se detuvieron sobre su superficie, mezclado con las tierras arcillosas de que se compone la vega, y mineralizado con las vetas azufrosas que suponen las inmediatas de fierro. Esta especie es una de las a que Linneo no determina nombre específico, pero que me parece se puede colocar baxo el genérico de Litantrax bitumen, o betún carbón de piedra, y a la que en nuestro castellano, sin meternos en más honduras, se le puede dar el nombre de carbón fósil.
No me empeño en que aun este que presento reuna todas las qualidades de un buen carbón de tierra, y que por consiguiente se pueda emplear en todos los usos a que se aplican los de esta especie. Las muestras que ofrezco a V.SS. son tomadas en el que se halla al ayre libre y por consiguiente expuesto a todas sus impresiones que pueden haberle privado de su flogístico: mi fin no es más que excitar la curiosidad de V.SS. e indicarles un tesoro que puede ser grande, y que puede desvanecerse en humo, como los de los encantos.
Hasta ahora no sabemos adonde se extenderá como he dicho su profundidad, y es verosímil (sin que tampoco sea regla segura) que quanto más profundo será mejor, pues debe haber retenido más bien las partes bituminosas y sulfúreas, que según su mayor o menor cantidad aumentan o disminuyen su calidad.
Para reconocerlo con alguna seguridad, es preciso hacer varias catas con el taladro o sonda, según se practica en Inglaterra, y lo describe Mr. Jars de la Academia de las ciencias de Paris4; si correspondiese a nuestros deseos, entonces se puede hacer uso de él de manera más o menos, ya sea para fundiciones, ya para las fraguas, ya solo para fábricas de cal, para las de loza, vidrio, y quando menos, para guisar.
Para las operaciones metalúrgicas es preciso despojarlo de las partes azufrosas, lo que los Ingleses practican de tres modos, ya a campo libre formando montones cubiertos de tierra, y dándoles fuego como lo practican los carboneros para que se volatilice el azufre, ya en hornos simples puestos recientemente en práctica, y en los quales no solo se evapora el azufre, sino que se aprovecha el betún que sirve de alquitrán para las carenas de los buques.
Por cualquiera de estas operaciones se pone en tal disposición este fósil, que su humo que comúnmente lastima el olfato y la cabeza, no se hace desagradable, sin que por otra parte haya que recelar en quanto a la salud, ni merezca crédito lo que han dicho algunos autores, pues últimamente acaba de demostrar un célebre químico francés, que lexos de ser nocivo, es muy salutífero su uso.
A este finalmente, Señores, no podremos arribar si no se excita el patriotismo de V.SS. en beneficio de la Nación. Todos V.SS. saben quanta utilidad han traido a la Inglaterra sus minas de este fósil, quantas a nuestros vecinos los Asturianos, cuyas vetas no están mucho más cerca de la marina que la nuestra, que por camino recto y bueno no dista del puente de Jubia más de 4 leguas5: que se halla en el margen de un río fácil de hacer navegable, que puede descubrirse aun cerca de la misma mar (como sospecho y no sin fundamento), que en su contorno tiene vetas de fierro, y aun de otros metales más preciosos, de buenas gredas, de cal, de mármoles, ¿y que se yo que más? pues no me es lícito penetrar los senos del abismo.
V.SS. perciben ya quantas ventajas puede producir a las manufacturas del real departamento del Ferrol, que antes lo sacaba de Inglaterra, y aun hoy lo recibe de Asturias con riesgo de que un guerra como la pasada le prive de este beneficio, y le obligue a traer como entonces el fierro de Vizcaya a lomo de macho, y al exorbitante porte de 25 reales la arroba.
¡Quantas utilidades resultarán a nuestras Provincias marítimas, adonde la leña escasea mucho más que en las internas, a donde como ya he dicho ya ha V.SS. no tardará en ser tan preciosa como la canela! ¡Quantas fábricas necesarias al Reyno dexan de emprenderse por falta de materias combustibles! Basten solo las de loza y vidrio que tanta utilidad pudieran traer a nuestro comercio ultramarino: no lo pondero más porque V.SS. lo conocen, y solo me falta que concozcan igualmente, que si fiamos nuestro auxilio a gentes superiores, tarde saldremos de la apatía en que vivimos: quien pudiera ayudarnos, y quien dice directamente el célebre Marqués Vellón debe hacerlo6, tiene ocupados sus cuidados en otros objetos no menos importantes, y me parece que aun está muy lexos el riego que ha de fertilizar a Galicia.
Volvamos pues los ojos a nuestras propias casas: pensemos en formar una asociación o compañía, que previniendo las lisonjeras esperanzas que solo descubrimos en lontananza, procure quanto más antes al País un bien de que pueden resultarle tamañas utilidades.
No soy, Señores, ni tan fatuo ni tan presuntuoso, que quiera persuadir a V.SS. a que por solo mi dictamen decidan un asunto como este: merece aun más circunspecto reconocimiento: merece experiencias más científicas que las que puede producir la curiosidad: merece en fin un reconocimiento circunstanciado, en el que se levante un plano topográfico del País, de sus caminos y ríos, y una relación exacta y reflexiva de sus producciones y estado físico, combinando los costos con las utilidades, para verificar si se pueden esperar ventajas.
Si V.SS. adoptasen este pensamiento, algo puede valer lo que les llevo expuesto: si a esto no se determinasen, hagan cuenta que nada dixe.
1 Dos en el río de Puerto de Cabo, que entra en la ría de Cedeira, dos en el de Jubia en la Parroquia de Moeche, y otra en la de Ferreira que parte frutos con aquella.
2 La de Brabos, que hace poco traía su vena de Vizcaya.
3 En las de Carron entre aquel Reyno y la Escocia
4 Mr. Gabriel Jars viajó en el norte, en Inglaterra, Escocia y Alemania, para reconocer las minas y fundiciones de estos Países, de orden del Ministro de Francia, y muerto el año de 1769, tuvo cuidado su hermano Mr. Jars asociado a la misma academia, de publicar sus observaciones en el año de 1774, baxo el título de Viages metalúrgicos. En esta obra se pueden ver varias noticias sobre diversas minas de carbón, y en la memoria en que trata de las de Newcastle, el modo como se reconocen por medio de la sonda, desde pág. 117 en adelante.
5 Se debe comunicar con alguna desconfianza sobre las distancias arregladas en el mapa de Galicia, formado por el Geógrafo López, que entre las Puentes de García Rodríguez y la de Jubia, solo pone poco más de 3 leguas. Es indiferente dirigir el camino a dicho sitio o a la Villa de Neda que solo dista un cuarto de legua río abaxo.
6 El Marqués Vellón, famoso banquero Romano, ha escrito últimamente una disertación sobre el comercio, y entre muchas y excelentes máximas que directamente propone para hacerlo florecer, es la una, que el Príncipe debe adelantar el dinero para las nuevas manufacturas, como lo hacía Enrique VII de Inglaterra, auxiliando más o menos según su urgencia al negociante, y ayudando al industrioso para que asi prosperasen en el Reyno que le dexó a su sucesor en el más brillante estado. Esta disertación se traduxo al castellano, y se halla venal en casa de Francés frente de San Felipe el Real.

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