O misterio do Vaso Campaniforme da Vilavella – Capítulo VI

Con toda probabilidade o artigo que vos presentamos neste novo capítulo do misterio da desaparición do vaso campaniforme, é sen dúbida o máis completo dos referenciados até o momento.
Neste estudo recóllense os resultados dunha restauración efectuada sobre a peza nos anos 90, no Laboratorio de Conservación e Restauración do Museo arqueolóxico provincial de Ourense, dirixido polo conservador-restaurador Carmelo Fernández Ibáñez, actual restaurador do Museo arqueológico de Palencia.
Segundo el mesmo sinala no artigo “a su llegada a nuestro laboratorio, el recipiente presentaba un estado de evidente deterioro, (…) se hallaba fracturado en 59 fragmentos debido a un inoportuno y lamentable accidente”.
Parece ser que a peza depositada no Dep. de Prehistoria da USC, caeu do lugar onde estaba almacenada escachando en máis fragmentos dos que no seu día atopou na Vilavella Santiago La Iglesia e que eran quince.
O estudo en cuestión referencia os tratamentos que se lle aplicaron á peza, consistentes nunha limpeza e eliminación de antigas intervencións, acometéndose ademais tarefas de desalación, secado e consolidación, así como de decoración e restauración.


FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, C., «Conservación y restauración de cerámica campaniforme: Trabajos desarrollados en uno de los recipientes del monumento megalítico de As Pontes», Gallaecia, n. 12, A Coruña: Edicións do Castro, 1991, pp. 153-169:
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN DE CERÁMICA CAMPANIFORME.
(Trabajos desarrollados en uno de los recipientes del monumento megalítico de «As Pontes» (A Coruña)
Por Carmelo Fernández Ibáñez
Laboratorio de Conservación y Restauración
Museo Arqueológico Provincial. Ourense
1. INTRODUCCIÓN
La conservación y restauración de Bienes Culturales, es una disciplina joven. Inherente a esta juventud, es el de los tratamientos aplicados sobre los objetos y obras de arte durante los primeros momentos, no habiendo sido siempre del todo adecuados. Para su desarrollo y evolución fue necesario un tiempo experimental de maduración, siempre dentro de los parámetros causa-efecto/acierto-fracaso, que los estudios y la investigación llevan implícitos.
Debido a esto muchas veces es necesario enfrentarnos a piezas que, tratadas en otro tiempo, mediante técnicas y con productos que desde nuestra perspectiva experimental y temporal acorde al momento actual de los conocimientos, no las consideramos adecuadas. Este hecho se encuentra dentro de un gran elenco de factores, que no es momento ni lugar de enumerar. Esta crítica en absoluto tiende a ser destructiva, ni mucho menos despectiva. Nuestros trabajos serán criticados al cabo de los años, igual que nosotros hacemos ahora. Entonces se disponía de un bagaje informativo y material muy limitado; lo mismo que considerarán nuestros sucesores.
Por lo tanto la primera faceta será analizar detalladamente los primeros trabajos.
Desandar lo andado a veces no muy a las claras, resulta una serie de maniobras ingratas y en muchos aspectos peligrosas. Y además, si durante el tiempo transcurrido la pieza ha sufrido diversos avatares deteriorantes que han intentado ser subsanados sin demasiado conocimiento o fortuna, el trabajo se complica más aún. Después de eliminar o tratar de eliminar en ciertos casos la totalidad de los agentes agresores, habría que proporcionar a la pieza un tratamiento protector, estabilizador de carácter inocuo y sobre todo reversible. Este importante aspecto, no siempre se ha tenido en cuenta, aunque a veces de manera en cierta forma justificada, al carecerse la mayoría de las veces de medios técnicos o económicos.
De lo hasta ahora dicho el magnífico ejemplar de vaso campaniforme que nos fue encomendado tratar, es un ejemplo más que típico y sumamente instructivo. Pese al trabajo que supuso, su limpieza fundamentalmente, nos mostró un ejemplo clásico de complejidad casi extrema, así como datos para la historiografía de técnicas y productos, aún por hacer en nuestro país sobre esta disciplina en constante desarrollo. Con este informe, pretendemos primeramente exponer todos y cada uno de los pasos dados sobre el objeto, así como la exposición pública de los productos empleados. También el aportar una serie de experiencias, y sobre todo soluciones a unos problemas determinados que de manera singular llegaron a complementarse.
2. DESCRIPCIÓN Y CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
El recipiente objeto de nuestros trabajos forma parte de los denominados vasos campaniformes, cuya boca de 155 mm. de diámetro posee un labio redondeado de 6 mm. de grosor al que le sigue un largo borde cóncavo. Suavemente va conformando un cuerpo convexo de 160 mm. de diámetro, y 8 mm. aproximadamente de espesor. El fondo es cóncavo o en umbo (también denominado en «onphalo»), con un diámetro de 65 mm. (fig. 1).
La factura es claramente manual, y aunque su perfil en «S» aparenta uniformidad, es claramente disimétrico. Esta faceta es singularmente perceptible en la panza del recipiente, ya que un perfil se encuentra más abombado que el opuesto. Este hecho es posible que quizás tenga así mismo su reflejo en la parte superior del perfil (borde-cuello), aunque dispongamos de escasos elementos de juicio; es un interesante problema que más adelante abordaremos en detalle. La pasta es bastante porosa aunque compacta y de composición arenosa en general, con pequeños desgrasantes (quizás de carácter más natural que otra cosa) cuarcíticos y de feldespato. Es probable que algún pequeño hueco perceptible en las superficies, responda a la huella de algún desgrasante de tipo vegetal hoy naturalmente inexistente tras la cochura; la utilización de estos en la pasta cerámica, la suele hacer más lijera1. La sección en cuanto a sús tonos es de tipo «sandwich»; marronácea las zonas interior y exterior (ésta última, ligeramente más intensa), con la zona central negruzca. Las superficies internas de color ocre se presentan finalmente espatuladas, en lo que erróneamente a nuestro juicio se ha creído engobe2; es éste un hecho constatado durante nuestros trabajos.
Exteriormente se encuentra totalmente decorado, en base a bandas incisas en número siete, que alternan con bandas libres de decoración. Son líneas puntilladas que recorren perimetralmente y de forma paralela e irregularmente la superficie, encerrando trazos cortos, paralelos y oblícuos también puntillados. Es una típica de coración de claro estilo marítimo-internacional, en el con toda seguridad campaniforme más conocido de Galicia3.

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Figura 1.

Fue hallado por el médico y naturista coruñés Santiago de La Iglesia en 1893, a unos cuatro metros de profundidad en el denominado túmulo 242 del municipio de As Pontes de García Rodríguez. Dicho túmulo se hallaba compuesto tan solo por tierra y careciendo de estructura pétrea alguna, aunque según las notas de su descubridor, removió éste tres toneladas de tierra y cantos rodados. En la base del monumento y, esparcidos en un metro cuadrado aproximadamente, se repartirían un buen número de fragmentos correspondientes a cerámica campaniforme, que el descubridor reconstruyó pasando seguidamente a formar parte de su colección particular4.
3. PRIMERAS RESTAURACIONES
Cuando Luís Pericot se propuso estudiar los hallazgos campaniformes de «As Pontes», en la colección particular del Sr. La Iglesia figuraba tan solo un vaso cerámico y varios fragmentos sueltos. Se percató de las diferencias existentes en la decoración de la parte superior e inferior del objeto, conformando un recipiente algo raro; «esbelto e híbrido» según las palabras del prehistoriador catalán. El examen y posterior estudio le llevó a la conclusión de que se trataba en realidad de dos vasos5. Esto fue corroborado en el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Excma. Diputación Provincial de Barcelona que por entonces dirigía el Dr. Bosch Gimpera6, y donde fueron restauradas las piezas; no en el Museo Arqueológico de Barcelona7, cuya primera cita sobre su laboratorio de conservación y restauración es de 19408, y su año de fundación el de 19339. A su llegada a Barcelona el híbrido recipiente estaba compuesto por la parte superior de un vaso, y la inferior, con la de otro. Lacre y cartones unían y rellenaban el conjunto10, cuya apariencia debió causar pavoroso efecto. Como a posteriori se constató en nuestro laboratorio, la restauración se limitó a los mínimos, además de obtenerse un molde de cada pieza.
4. ESTADO DE CONSERVACIÓN
A su llegada a nuestro laboratorio, el recipiente presentaba un estado de evidente deterioro. En primer lugar y como aspecto más evidente, se hallaba fracturado en 59 fragmentos entre originales y de escayola –aparte esquirlas-, debido a un inoportuno y lamentable accidente. Los fragmentos de la antigua restauración eran quince en total, y fueron confeccionados en escayola coloreada mediante gasas, tal y como es evidente en la superficie interior de algunos de los fragmentos (fig. 2). Exteriormente era una superficie lisa, que con líneas incisas y paralelas intentaba de alguna manera y con evidente buen criterio, reconstruir visualmente el desarrollo del puntillado lineal que recorrió primitivamente la superficie de la vasija. El acabado dado por el interior no fue del todo afortunado como en el exterior. En esta zona lo que parece evidente es que tras la aplicación del producto reintegrador no se repasó, rebajó, etc… (fig. 3) ni siquiera se limpiaron las manchas producidas sobre los fragmentos originales. Esto último es especialmente evidente tambien sobre las superficies exteriores, donde en ciertos casos se han descubierto inclusive zonas con decoración original (fig. 4). Este aspecto, o mejor el producto utilizado (escayola), nos ha llevado mucho tiempo su limpieza y no siendo completamente eliminada debido a la porosidad de la propia pasta cerámica.
El resto de los fragmentos originales –o sea veintinueve-, conservan en algún caso unido a cada uno el fragmento vecino (fig. 5). Tanto en este caso como en otros, era evidente la variedad de adhesivos utilizados ya de antiguo, evidenciando quizás la fractura del objeto en más de una ocasión. Lacre (figs. 5 y 6), ceras (posiblemente en abeja) (fig. 7), cola animal (de conejo o de pescado) o resinas epoxídicas (figs. 5 y 8) sirviendo indistintamente para unir fragmentos, o bien de mastics para rellenar grietas.
El trabajo desarrollado, un tanto defectuoso, llevó a no retirar la porción de adhesivo que al unir fragmentos sobresalía entre las juntas, dejándose endurecer (fig. 8). La eliminación entonces era difícil, peligrosa o se carecía de conocimientos y/o medios materiales. Una de las soluciones adoptadas fue dejarlo tal cual quedó. Al producirse este efecto por el interior de la vasija y ser de un color parecido, el producto sobrante no se retiró (lacre) (fig. 6); y eso que era producto de una restauración antigua (Sr. La Iglesia). Las duras resinas epoxídicas o similar fueron recubiertas con escayola coloreada, que a la postre craqueló (fig. 8).
Otro tipo de causas de deterioro provocadas sobre los fragmentos unidos, era que la zona de unión por causa del adhesivo utilizado era más resistente que la propia arcilla cocida. Al fracturarse en un momento dado, la rotura no se produce por la línea ya existente, si no que se crea una nueva, y por lo tanto un nuevo fragmento a contabilizar (fig. 9 vid. flecha). Otro ejemplo observado sería, la numeración mediante grafito (lápiz) directamente sobre la cara interna de algunos fragmentos, etc… El test de cloruros dio positivo, hecho que en cierta manera nos sorprendió.
Toda la franja norte peninsular forma una unidad geo-climática denominada «España Húmeda», con características hasta cierto punto parecidas. La alta pluviosidad y lo abrupto de su topografía producen un defecto de desalación natural cuando el cloruro sódico está presente en un objeto, por el lavado constante del agua de lluvia ladera abajo; es un efecto del cual nos percatamos hace tiempo11 y que también hemos constatado en Galicia12. Nuestro caso es diferente. Los cloruros presentes en el objeto detectados mediante test estándar visual13, pueden haber llegado hasta la vasija por dos caminos diferentes, si no complementarios. Al estar situado el túmulo donde fue hallado el campaniforme, relativamente cerca del mar el cloruro sódico14 es factible que pudiera depositarse entre las tierras que aprisionan el hallazgo. Esta sal procedente del medio marino que por otra parte ha sido detectada en las piedras que constituyen la arquitectura religiosa de las costas gallegas15, puede llegar a ser transportada por las nubes varios kilómetros tierra adentro. Por otra parte, al tener una pasta nuestro recipiente sumamente porosa, y que tras las restauraciones sufridas ésta no fue consolidada, pudo actuar como elemento higroscópico que es absorviendo la sal. Finalmente la escayola utilizada en la antigua restauración16, puede que sea el principal factor de absorción de cloruros17 dada su porosa constitución. Este importante efecto, presente por otra parte en la mayoría de los recipientes cerámicos restaurados de antiguo, puede hoy evitarse por la impregnación de un producto consolidante de tipo acrílico. Con referencia a los restantes productos, estos fueron disueltos en la medida de lo posible. La cera mediante inmersión del fragmento en Tetracloruro de Carbono (CCI4)18, un excelente desengrasante. La resina epoxídica (Araldit ?) mediante Cloruro de Metileno (CH2CI2), y las colas animales fueron disueltas en los mismos productos ya vistos.

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Figura 2.

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Figura 3.

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Figura 4.

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Figura 5.

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Figura 6.

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Figura 7.

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Figura 8.

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Figura 9.

5. DESCRIPCIÓN DE LOS TRATAMIENTOS
Limpieza y eliminación de antiguas intervenciones
Después de haber identificado todos los agentes agresores, y analizar visualmente cada fragmento mendiante binocular, fueron ordenados de labio a fondo. Para que su orden no fuese alterado durante la limpieza subsiguiente, se dispusieron sobre un fondo blanco dibujando la periferia de cada uno de ellos con lápiz. Posteriormente y tras efectuar varias pruebas con disolventes, se escogió Dimetilformamida (CHON(CH3)2) como el más idóneo para eliminar el lacre. Cada fragmento permanecía sumergido veinticuatro horas aproximadamente en dicho producto, produciendo un efecto hidratante y desincrustante por un aumento de volumen y transformación en una masa gelatinosa. Su eliminación se efectuó bajo binocular mecánicamente, utilizando para ello bisturí y aguja citológica. El secado se efectuaba lentamente a temperatura ambiente, debido a las características de evaporación ya conocidas del propio disolvente. Debido a la porosidad de la pasta cerámica, en muchos de los fragmentos y más concretamente en las superficies de rotura el lacre había penetrado hasta lugares donde la limpieza era imposible de ser efectuada. La inmersión de las piezas en el disolvente, ablandó ostensiblemente las manchas de escayola que recubrían zonas originales (fig. 10), gracias a lo cual pudimos limpiarlas en un alto porcentaje. Su eliminación total fue a todas luces imposible, por el mismo efecto de porosidad visto anteriormente. Durante esta fase se puso en evidencia el apreciable desgaste que sufre la decoración.
Desalación, secado y consolidación
Seguidamente fueron sumergidos la totalidad de los fragmentos en un recipiente de vidrio, cubiertos de agua desionizada con el fin de eliminar las sales solubles. Después de efectuar el test estándar de control, cada fragmento era suavemente cepillado bajo chorro del mismo tipo de agua19, cambiándose la del recipiente. Esta operación era repetida cada cuarenta y ocho horas, hasta conseguir la total disolución de sales, en el agua.
Con el fin de que estuviesen limpios la totalidad de los fragmentos, se aprovechó el proceso de desalación para lavarlos mediante la adición de unas gotas de detergente neutro «Teepol», en un recipiente aparte con agua desionizada. La operación se realizó por cepillado con la ayuda de la espuma inherente, siendo total su eliminación por aclarado y los posibles restos por la inmersión en los baños desaladores.
El secado final se efectuó en estufa de aire forzado, a una temperatura de 120ºC durante cuatro horas. Con ello conseguimos eliminar la humedad retenida en los poros de la pasta cerámica. Sin dejarlos enfriar, los sumergimos en una disolución conolidante de Paraloid B-72 al 15%20, en Acetona mediante la aplicación de vacío. Esta concentración tras la consecuente evaporación del disolvente a temperatura ambiente, proporcionó una película superficial que de forma momentánea impedía que el producto reintegrador (escayola), manchase la porosa superficie. No obstante el principal efecto del producto es el proporcionar a la débil pasta cerámica una resistencia física suplementaria en todos los poros, tanto del interior como de exterior; esto último conseguido mediante el vacío.
Reconstrucción de las formas y relleno de lagunas
Los diferentes fragmentos fueron unidos mediante adhesivo nitrocelulósico21, disuelto en Acetona: pegamento Imedio bada azul. Se escogió este adhesivo por su fácil reversibilidad, buena adhesión total inocuidad… entre los más importantes. A continuación comenzaron a rellenarse las lagunas, y reconstruyéndose las partes ausentes mediante escayola. Para ello se utilizó el sistema conocido de placas odontológicas de cera, reblandecidas en agua tibia y que endurecidas sobre el perfil original, se rellenan mediante espátula con escayola en estado cremoso, una vez estuvieron emplazadas en el lugar a reconstruir. Los fragmentos sueltos fueron insertados en los lugares que en principio se suponía estuvieron, sirviéndonos no obstante de guía antiguas fotografías. Para ayudar a su reversibilidad si en un futuro fuese necesario, entre las superficies originales de rotura y las nuevas zonas restauradas, fue insertada una película de Nitrato de Celulosa. De esta manera la pasta cerámica no es tocada por el producto reintegrador, evitando además posibles riesgos de sales, etc… Los tramos más evidentes en los surcos de las grietas, fueron rellenados por medio de un mastic epoxídico: Araldit Madera (resina 427 y endurecedor HW 427).
Mediante un peine confeccionado exprofesamente a partir de una delgada lámina de plástico semiduro, se reprodujo esquemáticamente la decoración incisa. El espesor de la lámina era aproximadamente el de los puntillados incisos de la decoración original. Lo que restaba por hacer tan solo era unas incisiones alternas, para obtener dientes con las dimensiones deseadas, y separados entre sí a intervalos conocidos. Seguidamente se eliminaron los brillos o capa protectora de las superficies originales, por medio de Acetona. El color original de la pieza debido al consolidante que normalmente viene utilizando (Paraloid B-72), resultó de un ligero tono superior como ya es común en la cerámica así tratada22. Este mismo consolidante fue utilizado a una baja concentración (5%) en Acetona, para obturar los poros de las zonas reconstruidas con escayola. De esta manera se anula la higroscopicidad del producto, y por ende evitar males mayores como alguno de los ya vistos. Por otra parte la robustez, impide la excesiva utlización de pigmento a la hora de entonar cromáticamente las blanquecinas superficies. Para esto último se utilizaron colores acrílicos al agua (témperas) aplicados a pincel, a los que se añadió Acetato de Polivinilo (-CH2CH(COCCH3)-) con fungicida, para asegurar una mejor adherencia. Finalmente las zonas pintadas se repasaron con una bayeta, hasta conseguir un brillo que se acercase ligeramente y no compitiese en refrigerancia con el original (fig. 11).
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Figura 10.

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Figura 11.

6. CIERTAS OBSERVACIONES EN TORNO A LA RESTAURACIÓN
Desde el primer momento que fue restaurada la vasija campaniforme en el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de Barcelona, los trabajos realizados no solo se limitaron a unir los fragmentos originales, sino a reconstruir la vasija por completo. Varios hechos llamaron nuestra atención sobre aquel antiguo tratamiento, y fue motivo de reflexión –y a veces ayuda- en nuestra intervención.
En primer lugar, lo que concierne a su perfil. Una y otra vez repasamos las líneas de rotura entre los diferentes fragmentos, con el único fin de no haber creado escalones, y con ello, deformaciones involuntarias en el perfil. Nos afirmó no solo lo que evidentemente percibíamos, sino tambien en lo representado ya por otros autores23 y percibido antaño por el primer restaurador24; el perfil de la vasija es evidentemente disimétrico. Ello crea un abombamiento en una parte del cuerpo, y por lo tanto un perfil en «S» más acusado que el opuesto. Comprobamos el hecho realizado por medio de la terraja25 una reproducción simétrica en escayola, partiendo del perfil más completo. El original no encajaba de ninguna forma en la reproducción, ni viceversa. Tras esta serie de pruebas y observaciones, eliminamos de forma contundente, lo que quizás en algún momento pudo suponer una duda sobre la calidad de los trabajos efectuados.
Pero no obstante, el aspecto más discutible es el de la propia restauración, entendiendo por ésta la restitución de las zonas ausentes; sobre todo gran parte de la mitad superior del objeto. Las intervenciones llevadas a cabo por nosotros, como hemos desarrollado aquí se limitaron a «sanear» la pieza, reconstruyéndola y restaurándola en base a las exigencias requeridas, y que no eran otras que dejar al objeto tal y como se encontraba antes de la fractura; aunque mejorando en la medida de lo posible.
Más de un crítico apuntará que en la zona superior no existían fragmentos suficientes como para reconstruirla. De los siete fragmentos que de esa parte han llegado a nosotros, solamente cuatro unen entre sí, más ninguno de todos ellos cuenta con el menor punto de unión con el resto del recipiente. Por lo tanto la forma, inclinación y dimensiones de la reconstrucción de los fragmentos en ella incluídos, tuvo que realizarse en todos los casos fundamentalmente en base a la decoración. Este modo de proceder choca con los criterios a tener en cuenta, a la hora de enfrentarnos hoy con la conservación y/o restauración de cualquier Bien Cultural: «Veremos entonces de inmediato que cualquier intervención tendente a reintegrar la imagen en las lagunas por inducción o aproximación, es una intervención que excede de la consideración de la obra de arte que estamos obligados a respetar, en cuanto que no somos el artista creador, y no podemos intervenir el curso del tiempo e instalarnos con legitimidad en aquel momento en que el artista estaba creando la parte que ahora falta»26. Nuestro caso no deberemos compararlo en absoluto con ejemplos tan flagrantes como los recientemente publicados27. Como en la totalidad de las restauraciones el trabajo es criticable, no obstante en él tan solo sirvieron de guía criterios arqueológicos y museográficos, así como de respeto a la obra de arte. En este sentido la fácil reversibilidad de todos y cada uno de los productos utilizados, garantiza que en cualquier momento pueden eliminarse total o parcialmente, y permite enventuales correcciones. Esta es otras de las reglas de oro en conservación.
Es el haber restaurado completamente el objeto, lo que ha suscitado el segundo y último punto a que aludíamos. Abarca aspectos de tecnología y técnicas de restauración interesantes, que de otro modo no hubiese sido posible apreciar. La asimetría claramente perceptible ya desde los primeros trabajos de restauración y cuya primera fotografía ofrece Maciñeira28, es evidente de forma particular en el cuerpo del objeto. Dicha asimetría también se ve reflejada en la parte superior o cuello.
Hubiésemos podido pensar en principio manejando tan solo la fotografía, que en aquella zona el trabajo de restauración pudo haber tenido algún fallo. Esto quizás fuese debido a la carencia de fragmentos originales de los que hablábamos antes, y/o «quizás» no haber confeccionado en condiciones el labio. Después de examinar el objeto, ninguna de las explicaciones propuestas era cierta. ¿Podríamos entonces suponer que la asimetría del cuerpo tenía también reflejo en el cuello? Sin tener en cuenta tales observaciones, realizamos el trabajo de conservación y restauración que nos fue encomendado. Al final del mismo el resultado fue parejo a los primeros trabajos. Se repasó una y otra vez el producto final, llegando a la conclusión de que probablemente también el cuello fuese irregular. Naturalmente no contamos con el suficiente número de datos, como para corroborar totalmente con lo que presentamos. Creemos que es un aspecto a debate, por otra parte muy plausible si tenemos en cuenta el sistema empleado en la fabricación del recipiente.
1.- Llanos, A. y Vegas, J.I., 1974. Ensayo de un método para el estudio y clasificación tipológica de la cerámica. Excma. Diputación Foral de Álava. Vitoria, p. 25.
2.- Criado Boado, F. y Vázquez Varela, J.M., 1982. La cerámica campaniforme en Galicia. Cuadernos del Seminario de Sargadelos, n.º 42. Ediciones do Castro. La Coruña, p. 19.
3.- En cuanto a la bibliografía de los campaniformes de «As Pontes de García Rodríguez» puede consultarse:
– Castillo Yurrita, A. del, 1947. «El Neoeneolítico», en Historia de España dirigida por Menéndez Pidal, Tomo-I, Vol. I. Madrid, pp. 487-714.
– Criado Boado, F. y Vázquez Varela, J.M., 1982. La cerámica… Op. cit., pp. 16-19, Fig. 2ª.
– Bouza Brey, F., Martínez López, X. y García Martínez, M.C., 1974. «Novos exemplares de cerámica campaniforme na Galiza», en Actas do III Congreso Nacional de Arqueología, Vol. I. Porto, pp. 53-66 (p.59).
– García Martínez, M.C., 1974. Voz «Cultura del vaso campaniforme», en Gran Enciclopedia Gallega, Tomo-8. Santiago, pp. 107-109.
– García Martínez, M.C., 1980. «Prehistoria», en Galicia Eterna, Tomo-1. Ediciones Nauta, S.A. Barcelona, pp. 9-41.
– Harrison, R.J., 1977. The bell beaker cultures of Spain and Portugal. American School of Prehistoric Research. Bulletin, n.º 35. Harvard.
4.- La Iglesia, S. de, 1907. «Prehistoria gallega. Notas para un catálogo». Almanaque ferrolano para 1907. El Ferrol.
– Pericot, L., 1927. «Los vasos campaniformes de la colección La Iglesia». Boletín de la Real Academia Gallega, Tomo-XVI, n.º 192. La Coruña, pp. 283-291.
– Maciñeira, F., 1941. «El vaso campaniforme y condiciones de sus intactos yacimientos tumulares en la estación de Puentes, del Cabo Ortegal». Atlantis, Vol. XVI. Madrid, pp. 356-369.
5.- Maciñeira, F., 1941. «El vaso campaniforme…». Op. cit., p. 366.
6.- Pericot, L., 1977. «Los vasos…». Op. cit., pp. 283-284.
7.- Criado Boado, F. y Vázquez Varela, J.M., 1982. La cerámica… Op. cit., p. 16.
8.- Almagro Basch, M., 1941. «Museo Arqueológico de Barcelona». Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, Vol. I (1940). Madrid, pp. 26-36 (p. 30).
Acerca del montaje de los primeros laboratorios de conservación y restauración de España, puede consultarse:
– Fernández Ibáñez, C., 1988. «Bibliografía en lengua castellana sobre restauración y conservación de materiales arqueológicos (II)», en Actas del VI.º Congreso de Conservación de Bienes Culturales. Generalitat de Catalunya. Barcelona, pp. 185-191.
9.- – – – – -, 1982. Conservació-restauració en els museus de Catalunya. Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura. Barcelona, p. 31.
10.- Pericot, L., 1927. «Los vasos…». Op. cit., p. 283.
11.- Fernández Ibáñez, C. y Pérez González, C., 1983/84. «Julióbriga. Notas para la conservación de la Terra Sigillata Hispánica». Altamira, Vol. XLIV. Santander, pp. 79-86.
Fernández Ibáñez, C., 1988. «Primeros datos acerca de los problemas de conservación planteados por la T. S. H. de Julióbriga». Pátina, n.º 3. Madrid, pp. 38-40.
12.- Fernández Ibáñez, C. y Sanders, S. (en prensa). «Problemas y soluciones en el tratamiento de un gran recipiente cerámico». Pátina, n.º 4. Madrid.
13.- Jenaczak, C. M., 1977. «A composition of chloride test». Studies in Conservation, Vol. 22-n.º 1. Londres, pp. 40-41.
14.- Sobre los característicos procesos de alteración y efectos de los diferentes tipos de sales solubres.
– Guichen, G. de., 1987. «Objeto enterrado, objeto desenterrado», en La Conservación de Excavaciones Arqueológicas. ICROM-Ministerio de Cultura. Madrid, pp. 33-40 (pp. 37 y ss.).
15.- Guitián Ojea, F. et alii., 1987. «El estado de la piedra en los monumentos gallegos: diagnosis», en A Pedra no Restauro. Xunta de Galicia. Santiago, pp. 32-43 (p. 40).
Guitián Ojea, F., 1988. «Alteración ambiental de monumentos», en La Lluvia Ácida. Caixa Ourense. Orense, pp. 22-26 (p.24).
16.- Los conceptos de «reconstrucción» y «reintegración» se utilizan normalmente como sinónimos, y aunque a veces pueden considerarse como tales, algunos autores han apuntado ciertas matizaciones que los singularizan. Sería reconstrucción el confeccionar o reproducir mediante productos sintéticos aquellas zonas o fragmentos, de las cuales careciese el original. Reintegración, sería la entonación de color aplicada a la zona reintegrada, y que cromáticamente se integre en el tono de la superficie original. Su diferenciación será no obstante evidente, para evitar falsificaciones.
– Fernández Bolaños, M.ª P. et alii, 1982. «Tratamientos de conservación y restauración, aplicados al tesoro de Arrabalde (Zamora)». Informes y Trabajos, n.º 14. Madrid, pp. 69-73 (p. 72).
17.- Barov, Z., 1988. «The reconstruction of a green vase: the kyknos krater». Studies in Conservation, Vol. 33-n.º 4. Londres, pp. 165-177 (p. 167).
18.- Para conocer las principales características de los productos químicos en conservación y restauración:
– Clydesdale, A., 1982. Chemicals in conservation: a guide to possible hazards and safe use. Scottish devt. Londres.
– Horie, C. V., 1987. Materials for conservation. Organic consolidants, adhesives and coatings. Butterworths. Londres
19.- Para efectuar esta operación, el utilizar un cepillo de dientes para niños fue idóneo. Sus suaves cerdas, ablandadas aún más con el agua, evitaban el más leve rayado.
20.- Sobre las características y aplicaciones de este producto:
– Koob, S. P., 1986. «The use of Palaroid B-72 as an adhesive: its application for archaelogical ceramics and other materials». Studies in Conservation, Vol. 31-n.º 1. Londres, pp. 7-14.
21.- Selwitz, Ch., 1988. Cellulose nitrate in conservation. Research in Conservation, n.º 2. GCI. Marina del Rey.
22.- Fernández Ibáñez, C. y Sanders, S. (en prensa). «Problemas y soluciones…». Op. cit. Vid. nota 20.
23.- Criado Boado, F. y Vázquez Varela, J.M., 1982. La cerámica… Op. cit., Fig. 2ª-3.
24.- Maciñeira, F., 1941. «El vaso campaniforme…». Op. cit., Lám. XLII.
25.- Fernández Ibáñez, C. (en prensa). «La terraja. Un sistema de reproducción y reintegración para la cerámica». Pontevedra Arqueológica, n.º 3. Pontevedra.
26.- Brandi, C., 1988. Teoría de la restauración. Alianza Forma, n.º 27. Alianza Editorial, S. A. Madrid, p. 73.
27.- Amitrano Bruno, R., 1988. «Un replanteamiento de la restauración de algunas piezas de barniz negro de Hoya de Santa Ana, Albacete». En Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Tomo-III. Ciudad Real, pp. 317-326.
28.- Maciñeira, F., 1941. «El vaso campaniforme…». Op. cit., Lám. XLII.

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