Un libro recupera los diarios inéditos de Moncho Valcarce

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[El País] REPORTAJE: El místico de izquierdas
El documental CineClube Carlos Varela (Ramiro Ledo, 2006) recupera las imágenes grabadas durante el tardofranquismo por Carlos Varela, militante lucense de la Unión do Povo Galego (UPG) muerto en 1980. En una de las secuencias, un hombre con barba, gafas de sol estilo policía de Los Ángeles, camisa setentera y cierta estatura arenga a la multitud. Habla de la estrella de cinco puntas, de su significado internacionalista proletario y de su estampado en la bandera gallega.
Se llama Ramón, Moncho, Valcarce Vega, el célebre cura das Encrobas que durante los años de la transición se erigió en tótem de la izquierda nacionalista. Muerto en 1993, la editorial Trifolium acaba de colocar en las librerías sus Diarios inéditos e outros textos.


“La clave para entender a Moncho, lo que mueve toda su vida posterior”, explica el teólogo Victorino Pérez Prieto, encargado de la edición del libro, “es la mística, que rompe dogmas y razones y en la que se busca una comunión total con la realidad”. Para Pérez Prieto, es esa ansia metafísica de identificarse con lo que sucede la base de la existencia política de Valcarce. Y el tránsito, del descubrimiento espiritual al compromiso izquierdista, se comienza a reconstruir a partir de estos dietarios, mayormente datados en los años sesenta.
“Moncho procedía de la burguesía coruñesa”, recuerda el también autor de Prisciliano na cultura galega, “de una casa de 20 habitaciones en la calle de A Franxa donde nació en 1935”. Hijo de un empresario, Valcarce casi había acabado sus estudios universitarios de Derecho cuando una “crisis existencial” lo condujo al cristianismo. “Encontró una razón para vivir”, aventura Pérez Prieto. Las piezas diarísticas relatan este proceso y “la verdadera renuncia, la de la soledad”. Viajó a Roma y allí, como en un remedo de la novela de Otero Pedrayo Arredor de si, descubre Galicia y el galleguismo. “Entra en contacto con un grupo de curas que se hacían llamar Os Irmandiños y comienza a hablar gallego”. Pero sólo en 1970, el año en que se ordena sacerdote, se le revela el país real.
“Pese a que podía hacer carrera como cura”, señala el responsable de publicar sus diarios y biógrafo, “decide irse a Sésamo”. En esa aldea perteneciente al municipio de Culleredo “se hizo campesino”. El día a día de los labriegos, “la injusticia que padecían”, politizaron el humanismo cristiano de Valcarce. Su primera detención ocurrió en 1974 y junto a él cayeron los miembros del Partido Comunista (internacional) que habían convocado la reunión. “Las torturas que sufrió en el cuartel de la Guardia Civil de Betanzos no lo arredaron; más bien al contrario: la represión lo radicaliza aún más”, considera Victorino Pérez.
Llega entonces 1977, “fundamental en la vida de Moncho y el año más reivindicativo del campesinado gallego”. Ya encuadrado en las estructuras de la Asemblea Nacional-Popular Galega (AN-PG), fue cuando Valcarce ganó su sobrenombre. O cura das Encrobas encarnó las protestas campesinas contra Fenosa, que pretendía abrir una mina de lignito. Un bisoño Manuel Rivas lo definió entonces como “la imagen de un David justiciero ante un poderoso Goliat termoeléctrico”. “No era un hombre de discursos personalistas”, opina Pérez Prieto, “sino de poner voz a los que no tenían voz”. Acabó, otra vez, en la cárcel.
La figura de Valcarce compareció también en los conflictos de Baldaio, donde una empresa quiso expropiar la zona para extraer arena, y Xove, donde se planeaba la construcción de una central nuclear. Fue la época en que su militancia en la AN-PG lo llevó a la oposición municipal en Culleredo en las listas del Bloque Nacional-Popular Galego, antecesor directo del actual BNG. En esos momentos, su distancia con la jerarquía eclesiástica alcanzó el punto máximo. “Le prohibieron ejercer de párroco en Sésamo debido a su trabajo político”, recuerda Pérez Prieto, “cuando otros curas no tuvieron problemas; eran de derechas”.
A la tercera legislatura, Valcarce lo dejó. “Moncho perdió protagonismo, pero porque nunca lo buscaba”, expone Pérez Prieto, “no quería títulos, sólo luchar por la causa de Jesús, un mundo más justo”. Trasladado a As Pontes, continuó en el ecologismo y afiliado al BNG, hasta su muerte, por cáncer, en A Coruña. Contaba 58 años.

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